La ciudad que envejece
El impacto de este fenómeno es tan potente que en el mundo se habla de ‘economía plateada’ para abordar el nicho de productos y servicios específicos para ofrecer a este grupo etario

El Instituto Nacional de Estadísticas acaba de confirmar que la tasa de natalidad en el país sigue bajando, y que las comunas de Providencia, Laguna Blanca, Ñuñoa y Las Condes son las que encabezan la menor fecundidad en mujeres de entre 15 y 49 años. Además, nuestras ciudades envejecen y es así como nos acercamos a la situación demográfica que ya conocen en países como Italia, Grecia y Alemania, muy próximos a tener a un cuarto de su población conformada por personas mayores de 65 años.
El impacto de este fenómeno es tan potente que en el mundo se habla de ‘economía plateada’ para abordar el nicho de productos y servicios específicos para ofrecer a este grupo etario. Aunque se trata de un concepto empleado hace pocos años en Chile, en Japón se acuñó 50 años atrás. Por lo mismo, también resulta interesante observar hacia el otro extremo del planeta para anticiparnos a la necesaria adaptación urbana que implica esta tendencia.
Por definición las ciudades son espacios dinámicos, diseñados con una lógica de productividad y velocidad, que no siempre crecen de manera armónica. En Japón han planificado ciudades más compactas, con la implementación de tecnología de asistencia e iniciativas para enfrentar el aislamiento social. También se han desarrollado zonas de bienestar comunitario y espacios públicos más amigables con las personas mayores (desde el rediseño de aceras hasta mejorar la señalización), con una clara conciencia de la importancia del espacio público en la calidad de vida de las personas.
La construcción o renovación de viviendas accesibles y la promoción del empleo de personas mayores en forma paralela a la búsqueda de talentos profesionales en el extranjero, son otras medidas que se pueden ver en Japón u otros países que están adaptando sus ciudades a esta nueva realidad.
Según la Organización Mundial de la Salud, en 2050 habrá más personas mayores de 60 años que jóvenes menores de 15. Esta transición, que también ocurre en América Latina, nos hace recordar una de las máximas del urbanista danés Jan Gehl: “Una ciudad bien diseñada es aquella en la que una persona de 8 años y una de 80 pueden moverse en forma segura y autónoma”. ¿Qué tan lejos estamos de ese ideal? La respuesta es preocupantemente evidente.
La prioridad número uno para acercarnos siquiera a esa máxima debiera ser la movilidad accesible y segura. Rampas, ascensores, ancho y estado de veredas, luminarias, cruces peatonales que consideren los tiempos de desplazamiento, transporte público seguro para personas con movilidad reducida, visión limitada o dificultades auditivas, son fundamentales, pudiendo incluso algunos de estos factores transformarse en verdaderas barreras físicas al movimiento cuando no se encuentran bien resueltos.
También resultan clave las viviendas acondicionadas y la generación de entornos amigables, considerando además otro de los fenómenos constatados por el INE: en 30 años, prácticamente se ha triplicado el porcentaje de hogares unipersonales en Chile. El barrio pasa entonces a ser crucial para la calidad de vida de las personas que viven solas, y más aún si se trata de quienes ya superan los 65 años. Salud, alimentación, servicios financieros o de trámites, recreación y ambientes de socialización para el fortalecimiento del tejido social, son fundamentales en la “planificación urbana plateada” -si se me permite la apropiación de ese concepto- que pueden impactar en un mayor bienestar de quienes hoy representan la población de personas mayores.
En esta lógica, Corporación Ciudades y Caminatas Paso a Paso impulsan el proyecto “Santiago sin Prisa”, que logró identificar una docena de rutas urbanas en comunas con mayores niveles de vulnerabilidad para que las personas mayores puedan pasear, ejercitarse o simplemente socializar con sus vecinos, y que considera las características físicas o de implementación ya existentes en esos lugares. Además, la tecnología y el cruce de datos de distintas fuentes nos ha permitido contar con mapas muy detallados que muestran que tan cerca o lejos se encuentran las personas mayores de la oferta urbana más necesaria para un buen vivir. La lógica detrás de estas iniciativas debiera impregnar el ADN de la planificación urbana, pues lo que hoy es un fenómeno emergente, solo en unos pocos años será la realidad de prácticamente todas las ciudades de nuestro país.
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