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La lucha por recuperar la memoria perdida de los palomares

El libro ‘Palomares singulares de España’, de Irma Basarte Diez y José Benito Ruiz Limiñana, muestra y geolocaliza cientos de estas construcciones en todo el país

Palomares singulares de España

Una bandada de palomas levanta el vuelo. El batir de sus alas es un aplauso sordo suspendido en el viento. ¿De dónde vienen y, sobre todo, a dónde van? Cuando cae la noche, ¿dónde sueñan sus sueños las palomas? Estas aves duermen donde pueden, bajo los puentes, en cornisas y en oquedades de muros; en el campo, en árboles y escarpes. Solo algunas lo hacen en los palomares, un tipo de construcción tradicional que poco a poco se está perdiendo. En su divulgación y conservación está empeñada desde hace 15 años la leonesa —aunque nacida en Suiza— Irma Basarte Diez (Zúrich, 55 años) que, junto al fotógrafo José Benito Ruiz Limiñana, ha publicado Palomares singulares de España (Fine Art Editions). En este libro, dividido en dos volúmenes, hay cientos de fotografías de algunos de los casi tres mil palomares que Irma Basarte y José Benito Ruiz han visitado y geolocalizado, incluyendo ruinas y restos. A través de un código QR se pueden seguir sus pasos en un mapa, de palomar en palomar.

“Los palomares quitaron mucha hambre en este país. Después, sobre todo a partir de los años sesenta, que es cuando la gente de los pueblos migra hacia las ciudades, empiezan a abandonarse. Si no hay manos que cuiden la tierra, pues para cuidar palomares pasa un poco igual. Ahora el principal enemigo de los palomares es la concentración parcelaria, porque suelen derribarlos. Eso y que las tierras de secano pasen a regadío porque, con el agua, los palomares se van viniendo abajo, ya que la mayoría son de barro”, dice Basarte. Además de combatir el hambre, con la crianza de pichones y palomas, de los palomares se aprovechaba el plumón y la palomina, los excrementos de estas aves, que servían como abono para los cultivos, para curtir pieles y para la fabricación de pólvora.

Palomar en Fáfilas (León). Imagen que forma parte del libro 'Palomares singulares de España', cedida por sus autores.

Hay palomares en castillos y en conventos, en casas solariegas y en los pazos de Galicia, donde se dice: “Si tiene capilla, palomar y ciprés, pazo es”. Hay palomares en los campos de labor de España, pero también en muchas ciudades. Basarte reivindica los palomares urbanos, aun siendo consciente de los problemas que suelen producirse en las ciudades con estas aves. “En las ciudades ha habido palomares toda la vida. Algunos los restauran, los dejan preciosos, y se los cierran a las palomas. Eso no tiene ningún sentido”, asegura. Y subraya: “Los palomares son, junto con las colmenas, las únicas construcciones en las que los animales entran y salen en libertad”. Al preguntarle por su palomar favorito, la respuesta le sale enseguida, porque es el origen de esta pasión alada: se trata del palomar que restauraron ella y su marido en el pueblo de este, Santas Martas, en León, y que después llenaron de palomas. Fue el comienzo de la Asociación de Amigos de los Palomares y el inicio de su trabajo de divulgación.

En aquellos primeros pasos destaca un nombre: Concha Casado. La filóloga y etnógrafa leonesa había trabajado en el Departamento de Etnografía del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), en Madrid, y tras su jubilación inició en León una labor de recuperación y divulgación de la cultura tradicional. Casado participó en la creación de varios museos, como el Alfarmuseo, en Jiménez de Jamuz (León), dedicado a la alfarería; el Museo de la Arriería, en Santiago Millas, y el Batán Museo de Val de San Lorenzo, destinado al conocimiento de la artesanía textil. “Concha Casado fue la presidenta de honor de la asociación. Bueno, lo sigue siendo. Era una mujer muy inteligente, muy echada para adelante. Tenía carácter, sabía lo que quería y lo conseguía. Los palomares de La Cabrera se restauraron prácticamente todos gracias a ella”, cuenta Basarte. “Cuando fui a conocerla, tenía ochenta y pico años. Fui a enseñarle lo que estaba haciendo con el inventario de los palomares de León, de los que ya tenemos registrados 1.400, y me puso deberes. Me dijo que tenía que leer a Julio Caro Baroja y a otros. A raíz de eso tuvimos una relación muy bonita. Me enseñó mucho sobre los valores y el respeto que hay que tener cuando vas a un pueblo a ver algo. Si hubiera muchas personas así, creo que esto iría de otra manera”.

Irma Basarte y José Benito Ruiz, autores del libro 'Palomares singulares de España', junto a un palomar en Sax (Alicante).

Entre los palomares más singulares de España está el de Huerta Noble, en La Redondela (Huelva), que se considera el más grande de Europa. Fue construido en el siglo XVIII, tiene unos 36.000 nidales y ha sido declarado Bien de Interés Cultural. Otro de los más grandes es el situado en el Parque Natural de la Breña y Marismas del Barbate, en Cádiz. La singularidad de ambos es que los nidales están hechos con cántaros de alfarería. En Asturias, los palomares suelen estar construidos en piedra. En Castilla y León hay palomares de barro, sobre todo por Tierra de Campos, pero en otros territorios de esa comunidad autónoma son de piedra. En La Rioja existen algunos en cuevas, excavados en la roca, como el Conjunto Rupestre de los Palomares, en Nalda. “Hay palomares en todas las provincias. Por ejemplo, en el desierto de Tabernas, en Almería. Y nos hemos encontrado palomares en lugares curiosos, como uno en un cementerio, en Paramos, A Coruña. Cuando se amplió el cementerio, se respetó el palomar”, dice Basarte.

La Asociación Amigos de los Palomares considera que su trabajo no ha terminado, porque todavía quedan muchos palomares singulares por descubrir y geolocalizar. Para el mantenimiento de estas construcciones, Basarte cree fundamental que se apoyen las restauraciones realizadas por particulares. “Tiene que haber ayudas de las istraciones para que quien quiera restaurar su palomar familiar, o el que tenga, pueda hacerlo. El Instituto Leonés de Cultura lleva más de treinta años sacando ayudas para la restauración de palomares y sabemos que también otras provincias tienen ayudas similares o las están aprobando. Ahí hay un poquitín de esperanza, ya que de aquí a veinte años muchos de los palomares solo quedarán en los libros, porque la mitad ya no existirá”.

Palomares en Barcial de la Loma (Valladolid). Imagen que forma parte del libro 'Palomares singulares de España', cedida por sus autores.

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