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Enrique Bonete: “Si no hay justicia tras la guerra, la paz no será segura ni duradera”

Bajo el influjo de Ucrania y Gaza, el catedrático de Ética y Filosofía de la Universidad de Salamanca reflexiona en ‘Ética de la guerra’ sobre el derecho a defenderse en un conflicto armado

Enrique Bonete, catedrático de Ética y Filosofía de la Universidad de Salamanca, fotografiado en la estación de Chamartín de Madrid.
Luis de Vega

Enrique Bonete Perales, catedrático de Ética y Filosofía de la Universidad de Salamanca, se encontraba recopilando textos sobre la justificación moral de la guerra defensiva y analizándolos con sus alumnos cuando el presidente ruso, Vladímir Putin, ordenó la gran invasión del país vecino, Ucrania, el 24 de febrero de 2022. Poco después, en octubre de 2023, estalla la contienda en Gaza tras el ataque liderado por Hamás sobre Israel y la respuesta israelí contra los palestinos. Eso acabó de impulsar la publicación a finales de 2024 de la obra Ética de la guerra (Tecnos), que avanza desde Platón a nuestros días. “Sentía la necesidad de escribir un libro para ver qué límites morales existen en el contexto bélico y qué filósofos son los que más han colaborado sobre ello”, explica durante una conversación telefónica.

PREGUNTA: Asevera usted que la historia de la humanidad se ha escrito sobre “ríos de sangre y montañas de cadáveres”. Ante eso, ¿tiene sentido la teoría de la guerra justa?

RESPUESTA: Bueno, en parte es lo que pretende lo que denomino el belicismo realista, que suelen defender las potencias invasoras como Rusia, al que se opone mi libro y al que han de oponerse, a mi juicio, los líderes políticos de las sociedades auténticamente democráticas y respetuosas de los derechos humanos. El belicismo defiende que las guerras no han de evaluarse en términos morales; es más, que no existe ningún principio ético desde el que se pueda enjuiciar la actividad bélica. Lo que ha de conseguirse con las armas es la victoria a toda costa y la consecución de los objetivos económicos o políticos que un determinado Estado considera legítimos para sus propios intereses.

P. Y ante este belicismo dominante en los líderes de Rusia, ¿Qué puede hacer lo que usted propone como ética de la guerra?

R. A mi juicio, la ética de la guerra, como ha defendido el pensamiento político cristiano, por ejemplo, la célebre Escuela de Salamanca fundada por el filósofo-teólogo Francisco de Vitoria, considera que hay razones para reprobar no sólo los inicios de un conflicto bélico, pues es inmoral invadir otro territorio con armas y violencia, sino también el modo de desarrollarlo, como ataques directos a la población civil o maltrato a prisioneros; e incluso cabe valorar cómo se alcanza el final de la contienda, si es un acuerdo justo, si se sancionan o no quienes han cometido crímenes de guerra, etc. Es decir, el pensamiento político, a lo largo de la historia, ha ido marcando con lucidez cuáles son los límites morales que han de regular el comienzo, el desarrollo y el final de un conflicto armado.

P. Usted defiende como ética la guerra defensiva “ante la brutalidad del totalitarismo invasor”. ¿Es por tanto justificable la respuesta bélica de Ucrania?

R. Por supuesto. Es intolerable, en términos éticos, como ha hecho Rusia, invadir otra nación con tanques, cañones y soldados, torturar y asesinar a civiles, deportar niños, bombardear zonas residenciales, etc. Y la nación invadida, en la que se aplasta a inocentes, tiene derecho e incluso la obligación moral de defenderse con las armas, y de solicitar ayuda a los países vecinos. La mayoría de los pensadores políticos han considerado lícita la guerra defensiva, como ha hecho Ucrania. A mi juicio, estaríamos ante un déficit moral si los países europeos y demócratas no apoyasen en términos económicos, políticos e incluso armamentísticos a una nación vecina agredida con bombas. Europa y Estados Unidos han de imponer oportunas y eficaces sanciones económicas a la nación invasora, sin olvidar conversaciones diplomáticas para que concluya lo más pronto posible el conflicto.

Enrique Bonete, catedrático de Ética y Filosofía de la Universidad de Salamanca, en la estación de Chamartín.

P. Sin embargo, en las posibles soluciones para negociar la paz se habla de cesiones de territorio por parte de Ucrania a Rusia. ¿Cómo se ha llegado a que se diluyan las responsabilidades de agresor y agredido?

R. Es realmente indignante que se estén olvidando las responsabilidades políticas, éticas y legales del Estado agresor y que se busquen vías de paz, a mi juicio gravemente injustas, en las que se pretenden establecer intercambios de territorios que benefician claramente a Rusia y a Estados Unidos. En las negociaciones de paz da la impresión de que Ucrania y Europa cuentan con escasa capacidad decisoria. También es necesario respetar las consideraciones éticas y legales en la finalización de un conflicto bélico. Es una inmoralidad que la nación agresora acabe obteniendo beneficios de todo tipo con la violencia de las armas y que los responsables de la agresión o de crímenes de guerra, queden impunes.

P. Nos referimos a diario a los términos paz, justicia, razón, legalidad, pero todos ellos acaban atropellados por una realidad que va más allá, aparentemente dominada por la fuerza.

R. Sí, desde el punto de vista del pensamiento belicista esa es la situación. El realismo negociador de (Donald) Trump y de Putin busca imponerse marginando toda valoración moral de la brutalidad armada. Pero la ética de la guerra, durante centurias y tras las tragedias bélicas del siglo XX, aspira a denunciar y detener el realismo belicista por su inmoralidad. A mi juicio, es una exigencia ética el que las sociedades democráticas, inspiradas por los principios políticos de los más relevantes pensadores modernos de los que hablo en el libro como Locke, Rousseau o Kant han de apoyar sin fisuras a una nación vecina como Ucrania, en el seno de Europa.

P. ¿Cómo hacer ver o comprender a los ucranios que los derroteros por los que va la guerra van en dirección contraria a lo legal o lo moral?

R. Es muy difícil responder a esta pregunta. Sin embargo, hay que constatar el desgaste que están sufriendo los ciudadanos ucranios —también los soldados rusos—, tras más de tres años de guerra, sin olvidar el menguante apoyo armamentístico que están recibiendo de Europa y sobre todo de Estados Unidos con Trump. No obstante, si la finalización del conflicto armado y la instauración de la paz resultan vejatorios y humillantes para Ucrania y, de modo indirecto, para Europa, en realidad estaremos ante un final frágil, inestable, que puede convertirse, como ya ha sucedido en otros momentos de la historia, en la semilla de un futuro y más cruento conflicto bélico. Si no hay justicia al finalizar la guerra, la paz instaurada no llegará a ser segura ni duradera. Estaríamos ante una manifestación más de que el horror que ocasionan las armas constituye un método eficaz para alcanzar objetivos políticos o económicos por parte de Estados agresores y criminales. Lo cual sería tan lamentable como peligroso para el futuro de la humanidad.

P. Sus alumnos siguieron de cerca el proceso de creación del libro analizando aquellos primeros textos que usted iba recopilando. ¿Cuál ha sido la respuesta, ahora que ha salido a la luz y que las guerras persisten?

R. Nada más abrir el libro en el primer cuatrimestre de este año lo han leído todo, lo hemos expuesto todo. Lo hemos debatido. En general muy bien. Es cierto que hay siempre personas a las que parece que la guerra les cae lejos, pero la mayoría de los alumnos son sensibles a la problemática. Es gente que lee y ve las noticias y están impactados. Saben que los jóvenes han sido llamados a las armas al frente y no estamos tan lejos.

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Sobre la firma

Luis de Vega
Ha trabajado como periodista y fotógrafo en más de 30 países durante 25 años. Llegó a la sección de Internacional de EL PAÍS tras reportear en la sección de Madrid. Antes trabajó en el diario Abc, donde entre otras cosas fue corresponsal en el norte de África. En 2024 ganó el Premio Cirilo Rodríguez para corresponsales y enviados especiales.
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