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Alba Planas, actriz: “Animo a actores y trabajadores a sindicarse”

La actriz que ganó notoriedad por interpretar a Hildegart en la película ‘La virgen roja’ vuelve ahora al teatro con ‘Los yugoslavos’ de Juan Mayorga

La actriz Alba Planas retratada en el Teatro de la Abadía, Madrid, el 23 de mayo de 2025.
Rocío García

Alba Planas tiene 24 años y trabaja desde los 17. Conocida por su participación en la serie juvenil Skam, su primer trabajo en el cine fue en 2018 a las órdenes de Julio Medem en la película El árbol de la sangre. Pero fue el año pasado con el papel de Hildegart Rodríguez, esa chica prodigio, feminista y republicana que fue asesinada en 1933 por su propia madre cuando tenía 18 años, en el filme La virgen roja, dirigida por Paula Ortiz, cuando la carrera de Alba Planas despegó.

Ahora, la actriz se sube por segunda vez a los escenarios teatrales, tras Los pálidos, de Lucía Carballal, para trabajar en Los yugoslavos, el último montaje escrito y dirigido por el dramaturgo y académico Juan Mayorga, en torno al poder de la palabra y los silencios. Rodeada de un formidable elenco, Javier Gutiérrez, Luis Bermejo y Natalia Hernández, Planas estará en el Teatro de la Abadía de Madrid hasta el próximo 6 de julio.

Pregunta. ¿Qué poder tienen las palabras?

Respuesta. Con las palabras nos nombramos, nombramos a los demás, nos conocemos, pedimos perdón y agradecemos. La palabra nos hace libres para expresarnos.

P. ¿Cree que la sociedad es consciente de ese poder?

R. No lo sé. Seas consciente o no, el mero hecho de usar las palabras ya te hace usar ese poder. La inmediatez de las redes sociales, internet, los móviles y los clics nos hace descuidar cómo nos expresamos y qué palabras utilizamos. Juan Mayorga es algo que tiene muy presente y estoy aprendiendo mucho a ser cuidadosa con lo que decimos, con el uso que hacemos de la palabra.

P. Que las palabras consuelan se ve claramente en Los yugoslavos. ¿Lo cree así?

R. Por supuesto. A veces es difícil expresar un sentimiento, una tristeza o una alegría, y el hecho de encontrar esas palabras de alivio ante ciertos momentos vitales es realmente esencial.

P. Pero para dar valor a las palabras hay que escuchar. ¿Se considera una persona que sabe escuchar?

R. Lo intento. Es un ejercicio que hay que entrenar día a día. Es bonito hacer ese ejercicio porque te das cuenta de que aprendes más escuchando que hablando.

P. ¿Es la escucha un elemento esencial para la interpretación?

R. Sin duda. Desde muy joven en la escuela nos machacan con la importancia de saber decir y hablar, pero nos advierten de la dificultad de saber escuchar en silencio. Habitar la escucha y el silencio es uno de los mayores retos de un intérprete. De hecho, en la función de Los yugoslavos iro profundamente el trabajo de Natalia Hernández por este ejercicio de escucha y de silencio que realiza.

P. ¿Es la falta de escucha un mal de nuestra sociedad?

R. Seguro que hay resquicios y lugares donde exista el espacio de la escucha, pero es verdad que lo que más suena es el ruido. Desgraciadamente ese ruido y esa falta de escucha están llenando más el espacio público.

P. Los yugoslavos es su segunda incursión en el teatro. ¿El salto al teatro era algo natural?

R. Por supuesto. He crecido haciendo teatro de escuela en centros de mayores y por las calles de Cabo de Gata, en Almería, en los veranos. Es verdad que mi trabajo profesional comenzó en el audiovisual con mucha fortuna, pero yo soy actriz por el teatro. Uno de los primeros recuerdos que tengo de por qué me dedico a esto fue un montaje de Las bicicletas son para el verano, al que me llevaron mis padres. Las series y el cine me gustan mucho, pero la primera semilla que sembró mis ganas de ser actriz fue sin duda el teatro.

P. Estrenar a las órdenes de Juan Mayorga y trabajar con esos tres compañeros de sólida trayectoria, ¿cómo lo vive?

R. Es una fortuna grandísima. Al principio me intimidó, pero su generosidad y humildad son enormes. Me han acogido como parte del equipo. No hay jerarquías de ninguna clase. Me han hecho sentir grande y no pequeña como pudiera ser al estar al lado de estos enormes actores. Es un regalo para una actriz joven como yo, que estoy empezando.

La actriz Alba Planas retratada en el Teatro de la Abadía, Madrid, el 23 de mayo de 2025.

P. ¿Cómo se vence el miedo al escenario?

R. No lo sé. No sé si se llega a vencer del todo. Yo soy muy joven, pero hablando el otro día con mis compañeros, Luis Bermejo decía que los nervios, el vértigo y el miedo antes de salir a escena era algo que nunca se pasaba. Hay que aprender a sortearlo, porque el miedo es parte de la vida y, a veces, puede ser hasta bonito si sabes manejarlo. El verdadero aprendizaje es que no te venza ni te paralice. En mi caso lo consigo con terapia, amigos y mi madre.

P. ¿Va a terapia?

R. Sí, desde hace años. Ir a terapia me ayuda mucho a vencer el miedo malo, la ansiedad mala y el catastrofismo al que nos lleva muchas veces nuestra cabeza.

P. Debutó en el cine con Julio Medem en 2018, pero su gran salto le vino con La virgen roja. ¿Qué experiencia ha sacado de ello?

R. La suerte de que este proyecto llegara a mi vida me hizo descubrir al un ser fascinante como fue Hildegart Rodríguez. Encontrarme con esta historia que a mi generación no le ha llegado ha sido un cambio de paradigma en mi manera de entender el feminismo y muchos aspectos de la vida que vemos ahora pero que llevan años sucediendo. También el encuentro con una persona tan brillante como Paula Ortiz y su universo.

P. Participa de manera activa en las redes sociales. Su Instagram tiene más de 80.000 seguidores. ¿Le gustan las redes?

R. No me gustan en absoluto. Me resultaría interesante ver qué pasaría si hubiera una pausa en las redes sociales, como nos pasó el otro día con el apagón. No me gustan, pero vivo con ellas. Creo que las redes sociales son esenciales para poner exponer nuestro trabajo e intento hacer el uso más sano. Pero sigo en pelea con ellas.

P. En su opinión, ¿qué es lo más negativo?

R. El hecho de estar continuamente informado de las vidas de los demás no hace bien a nadie. No somos capaces de procesar la cantidad de información que recibimos y todo ello nos provoca problemas de concentración por esa necesidad de impulsos rápidos. Las redes nos impiden sentarnos para aburrirnos o simplemente mirar.

P. Muchas actrices se han convertido en auténticas influencers.

R. Cada uno es libre de escoger su camino. Yo intento huir de ese aspecto de influencer, pero hay que reconocer que antes, sin redes sociales, también los actores y actrices hacían publicidad porque puede ayudar algo a nivel económico, en una profesión como la nuestra que es inestable. El otro día hablaba con Natalia [Hernández] de lo importante que es levantarte todos los días y preguntarte quién eres, hacia dónde enfocas tu carrera y qué haces con tus decisiones.

P. Volviendo al poder de las palabras, ¿es peligroso el tono y las palabras que invaden a algunos políticos en nuestro país?

R. Sí. El mero hecho de que un político habite ciertas palabras hace que se vea como algo lícito y no inmoral. Esa prepotencia, ese odio y enfado a la hora de comunicar por parte de algunos representantes políticos es muy peligroso. El discurso del odio es muy contagioso y de ahí su peligro.

P. Se ha afiliado hace poco al sindicato de la Unión de Actores. ¿Qué razones le han llevado a ello?

R. Creo en los sindicatos y en su importancia, algo que con los años se está diluyendo o desapareciendo. En la generación de mis padres había una determinación clara por la sindicación. Los sindicatos son clave para la defensa de los trabajadores y sus derechos, es el lugar que nos acoge cuando los grandes monstruos del capitalismo nos acechan. Animo a todos los actores y trabajadores a sindicarse, a afiliarse a los sindicatos.

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Sobre la firma

Rocío García
Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid. Periodista en la redacción de EL PAÍS desde su creación en 1976. Ha ejercido su responsabilidad como jefa de sección de Cultura y Televisión, además de responsable del suplemento El Espectador. Especializada en cine y teatro.
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