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Juan Ayuso en el Giro de Italia, entre el respeto a Isaac Del Toro y el sueño de la ‘maglia’ rosa

La multiplicidad de líderes en el UAE contraría al ciclista español, que se encuentra con que parte del equipo y Tadej Pogacar desde su casa apoyan el liderazgo del joven mexicano

Juan Ayuso en el Giro de Italia
Carlos Arribas

La foto del día en el acorazado UAE recalado tres noches en el Pisa Tower Plaza Hotel no es la de Isaac del Toro extenuado y triunfal en la plaza del Campo, maglia rosa en su juvenil pecho henchido, y su melenita bien cuidada, sedosa, ni tampoco la de Juan Ayuso, cerca pero lejos, extenuado y cansado, rodilla herida, gafas oscuras de montura verde que no pueden ocultar un aire de desaliento, sino la de la bendición que envía Tadej Pogacar desde su Instagram al primer líder mexicano en la historia del Giro, él, el dios esloveno sentado de frente con aire misterioso, gafas de cristales azules, gorra con banda arcoíris bien calada, manguitos con la leyenda Richard Mille, los relojes más caros y exclusivos, y una taza de café estampada que su mano derecha pega a sus labios. Observa detenidamente a Isaac del Toro, que, sentado a su izquierda a la misma mesa, de perfil en la foto, engulle goloso un croissant, casco de carretera encasquetado, rostro sudoroso de persona que acaba de terminar un entrenamiento. Dos frases sobreimpresionadas: “Looking at the future” (contemplando el futuro) y “Enjoy the pink journey” (goza de tu viaje en rosa).

No es ajeno al designio el hecho de que ambos compartan agente, el caníbal Pogacar, que ha hecho de las Strade Bianche su jardín particular, de 26 años, y el heredero de Ensenada, de 21, que siguió su senda en San Martino el domingo, lo que no le roba malicia al detalle. “Ah, Tadej”, dice Del Toro durante la escenificación de la normalidad UAE en rueda de prensa teleconferenciada desde Pisa urbi et orbi al mediodía del lunes de descanso. Un sobrio escenario: Juan Ayuso a la izquierda cabizbajo, mirando seguramente el teléfono, jugando, mensajeando; Joxean Matxin, el jefe, en el centro, controlando, lanzando mensajes de felicidad, calma, normalidad; Del Toro a la derecha, mirada al frente, mano atusándose constantemente la melenita. Y hablando en inglés: “Sí, Tadej me envió un mensaje antes de la etapa de Siena. Me decía simplemente que si me encontraba en buena posición lo diera todo y me lanzara a por la etapa”.

Matxin, maestro de las palabras bonitas, dicta el tono, y Del Toro asiente y repite: “Lo importante es mantener la rosa en team”. Ayuso tuerce el morro, pero entra al juego: “Es un sueño ganar el Giro. Obviamente lo quiero ganar, pero si luego lo termina ganando un compañero, ese es el objetivo principal. Espero que si tengo que perder este Giro de Italia que el disgusto sea porque lo ha ganado un compañero”.

El Giro es la novela histórica de traiciones, de los cuchillos por la espalda de Roche a Visentini, de Cunego a Simoni… El melodrama se magnifica al adentrarse en la Toscana de las intrigas palaciegas, las confabulaciones de los Medici, güelfos, gibelinos y demás inspiradores de conspiraciones shakespearianas, quizás Juan Ayuso dé nuevo significado a lo que ocurrió el segundo día en la Tirana primaveral y colorida, la caída en el primer bache del bidón que completaba el atrezzo aerodinámico de su Colnago de contrarreloj. El detalle, las turbulencias que no pudo evitar el bidón caído, le costó entre 4s y 7s en los 13 kilómetros del callejeo a 50 por hora en Tirana, según cálculos de biomecánicos entrenados en el túnel del viento. Nadie acusaría de suspicaz al ciclista español, de 22 años, si malpensara el lunes visto lo ocurrido el domingo, el ataque de Del Toro cuando su líder designado está enlazando con el grupo principal poco después de haberse hecho una herida de tres puntos en la rodilla al caerse junto a Roglic, y la pasividad agresiva de su compañero Adam Yates siempre a cola en el polvo, ni un paso por cabeza para acelerar al grupo y alejar más a Roglic, haciendo ostentación de colíder protegido del equipo de Matxin. “Sí, espero que esta vez el bidón esté bien ajustado y no se caiga, porque la bici está muy bien pensada como un todo aerodinámico y el bidón deja un vacío”, dice Ayuso pensando en el martes, la importante contrarreloj de 28 kilómetros entre Lucca y Pisa por largos rectilíneos toscanos, túneles en lugar de repechos para atravesar sus colinas, en la que continuará perfilándose la jerarquía del Giro y la de su equipo,

En la plaza del Campo, Yates acude rápido a felicitar a Del Toro, gesto que no le sale a Ayuso, quien, evidentemente, no es la persona más popular del equipo. Le penaliza el recuerdo, para algunos compañeros imborrable, para Pogacar también, de su falta de solidaridad con el equipo en su debut en el pasado Tour. Y él no olvida un sprint de bonificación en la cuarta etapa, camino de Lecce, en el que Del Toro se le anticipó para hacerse con 4s que le permitieron al mexicano adelantarle en la general. Y no olvida que la cultura ciclística tan italiana de Del Toro es muy querida en un equipo en la que los directores en coche son todos italianos, Baldato, Guidi y Mori, y conocen al mexicano desde que llegó como juvenil a la península hace cuatro años y reside desde entonces en San Marino, en el mismo bloque que los jóvenes lobos italianos Tiberi, Pellizzari y Piganzoli.

“No cambia nada de lo planificado. Ayuso y Yates son los líderes. Lo que pasa es que ahora tenemos a Del Toro de rosa y siempre hay que respetar al líder de la carrera”, pontifica Matxin, quien no explica quién trabajará para controlar la carrera en un equipo de ocho, con McNulty, también entre los 10 primeros de la general, y con libertad para disputar a tope las contrarrelojes, como Jay Vine, tocado por las caídas, y el veteranísimo Rafal Majka, reservado para la montaña. Solo le quedan dos trabajadores condenados, sin libertad para movimientos individuales, los debutantes Igor Arrieta y Filippo Baroncini. El miércoles, el etapón apenínico —186 kilómetros entre las playas del Tirreno y Reggio Emilia a través del Alpe San Pellegrino, el puerto más duro del Giro, 14 kilómetros al 9%, aunque situado justo a mitad de etapa—, les pondrá a prueba a todos, a los trabajadores, a las estrellas, a Del Toro y a Ayuso, y a las palabras de sus jefes, tan increíbles a veces, tan sujetos públicamente a protocolos que privadamente traicionan.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.
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