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El rebrote de la silicosis se dispara hasta los 5.900 casos desde 2007, con Galicia a la cabeza de las regiones con más afectados

Esta enfermedad laboral incurable alcanzó su pico el año pasado. El Gobierno descarta por ahora prohibir los aglomerados de cuarzo, como hizo Australia

Silicosis España
Javier Martín-Arroyo

La silicosis ha experimentado un espectacular rebrote en las dos últimas décadas hasta situarse como la primera enfermedad profesional incurable con 5.900 casos desde 2007. El pico de esta grave dolencia respiratoria, a menudo mortal, se alcanzó el año pasado, con 520 casos, después de un ascenso constante la última década. Desde los miles de casos de mineros que la padecieron en los años 60 y 70, la silicosis estaba en regresión hasta su actual renacer las dos últimas décadas. Galicia es la región con más casos, 1.901 enfermos entre 1990 y 2023, seguida de Castilla y León, Andalucía, País Vasco y Comunidad Valenciana, según los registros oficiales. El Gobierno estudia desde hace un año cómo paliar esta epidemia de partes profesionales, pero de momento no prevé prohibir los aglomerados de cuarzo que se convierten en encimeras de cocina, como hace un año decretó Australia.

“La emergencia de la silicosis se suma a la prohibición del producto en Australia, al endurecimiento de la regulación en California y a la reflexión de la Unión Europea para reducir el valor límite de la exposición a la sílice”, resume la socióloga Catherine Cavalin, del Centro Nacional de la Investigación Científica (CNRS) en París. El Ministerio de Sanidad ha publicado un libro, que presenta este jueves, y que explica las causas de este peligroso rebrote, la mitad de cuyos casos son operarios que manipulan estas encimeras de cocina, con el gigante empresarial Cosentino como principal productor y 6.080 empleados, a la cabeza de la polémica.

La gran pregunta es si hay manera de cortar estas tablas y transformarlas en encimeras sin que los operarios ―de la fábrica y las marmolerías― aspiren el polvo de sílice cristalina que se aloja en sus pulmones y provoca silicosis, cáncer de pulmón o enfermedades autoinmunes. Para Australia la respuesta es no, mientras que España lleva un año estudiando la cuestión y escuchando a expertos para decidir al respecto. Mientras, las empresas mejoran los equipos de protección individual (EPI) de sus trabajadores, pero no parecen ser del todo efectivos a tenor del ascenso constante de casos.

“La prohibición australiana fue una decisión participativa y científica, para la que se analizaron muchas evidencias por parte de neumólogos. Australia empleó el valor estadístico de la vida, unos tres millones de euros, para estimar el coste de cada persona enferma y evaluó la atención médica que se ahorraba, así como el impacto económico del cese de esa actividad industrial. Mi labor como científico no es abogar por la prohibición, sino aportar al debate social los elementos médicos, sociales y laborales detrás de la decisión australiana”, expone el catedrático de Historia de la Ciencia Alfredo Menéndez, de la Universidad de Granada, coautor del libro junto a Cavalin y otros dos investigadores. La sílice cristalina pasó recientemente de manera oficial de ser un agente químico a cancerígeno.

El Gobierno abrió hace 15 meses su grupo de trabajo de la Comisión Nacional de Salud y Seguridad en el Trabajo, que estudia cómo atajar el aumento imparable de casos y el próximo año prevé lanzar una campaña de concienciación para las empresas y operarios afectados. “Queremos hacer un mapa con los lugares de exposición y para conocer las medidas preventivas iremos a las empresas. Depende de cada autonomía avisar antes a la compañía o no”, ite Nieves de la Peña, representante del Ejecutivo vasco que preside el grupo de trabajo compuesto por las istraciones y los agentes sociales implicados. De la Peña descarta por ahora la prohibición de aglomerados de cuarzo que impuso Australia.

La mitad de casos de silicosis registrados provienen del sector de las encimeras de cocina, pero también están expuestos operarios de las canteras de extracción de piedras como el granito y la pizarra ―lo que explica el triste liderazgo de Galicia―, la construcción o la metalurgia. “La emergencia es escandalosa y tenemos que aprender de los errores del amianto. Tardamos décadas en asumir las evidencias científicas de que no se podía manipular de forma segura. No tenemos una posición cerrada sobre la prohibición de los aglomerados de cuarzo, pero sí hemos aportado al grupo de trabajo toda la documentación de Australia para que se valore el impacto de una posible prohibición”, subraya Óscar Bayona, miembro de la secretaría de salud laboral y sostenibilidad medioambiental de CC OO.

Óscar Bayona, miembro de la secretaría de salud laboral y sostenibilidad medioambiental de CC OO, la semana pasada, en Madrid.

La zona cero de la silicosis en España ha sido durante años la enorme fábrica de aglomerados de cuarzo que tiene Cosentino en Almería. Los operarios enfermos superan el centenar, a pesar de que la compañía cierra acuerdos de confidencialidad con muchos de ellos para evitar que trasciendan.

Fernando Arévalo preside la recién creada asociación Asac, compuesta por operarios y extrabajadores de Cosentino: “La gente aguanta porque no hay trabajo y bien remunerado en la comarca del Almanzora. Ahora salen trabajadores diagnosticados con solo cinco años en pulidoras, mezcladoras, calibradoras y la zona de silos. Siempre repito que hay que intentar trabajar para no morir”, dice. Arévalo justifica la creación de su asociación porque los sindicatos no respaldan sus reclamaciones.

El Juzgado de Instrucción 2 de Húercal-Overa de Almería investiga desde ya hace un lustro si existieron retrasos intencionados por parte de los médicos de Quirón y Aspy Prevención para diagnosticar silicosis a estos operarios de la multinacional andaluza y retenerlos en sus puestos. “La compañía actúa de manera hostil con los trabajadores que no son sumisos”, censura el abogado de la asociación, Raúl Carballedo.

La multinacional defiende que sus encimeras cada vez reducen más el porcentaje de sílice y, por tanto, también disminuye el riesgo de desarrollar la silicosis, aunque reconoce que aún provoca “pocos casos al año”. En 2020 se registraron 44 casos en sus fábricas, según el Instituto Nacional de Estadística (INE). “Desde el año pasado el 30% de nuestras tablas Silestone tiene un porcentaje de sílice inferior al 10% en su composición y el otro 70% está por debajo del 40%. Además, el mes pasado anunciamos una nueva línea de productos con el 0%”, detalla un portavoz de Cosentino.

Imagen de la línea de pulido de las calibradoras en la fábrica de Cosentino en Almería, con polvo en el ambiente, en una fotografía cedida por un trabajador.

Hace dos semanas Cosentino creó la Fundación Premin para reducir la exposición de los trabajadores al polvo de sílice, mejorar su calidad de vida, y fomentar estudios científicos que reduzcan la incidencia de la enfermedad, entre otros objetivos. La compañía intentó recabar el apoyo de la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (Separ) para su fundación, pero esta ha declinado implicarse. “Somos una asociación científica que investiga y nos reunimos con la istración, pero no con grupos empresariales”, aclara Sandra Dorado, coordinadora del área de neumología ambiental y ocupacional de la Separ. En su lugar, Cosentino negocia con el expresidente de esta sociedad científica y catedrático José Luis Álvarez-Sala, pero este asegura que aún no hay ningún acuerdo cerrado.

“La Fundación Premin es una tomadura de pelo. El propio fabricante que genera el problema quiere liderar políticas y convenios con hospitales y las istraciones para proponer protocolos de salud. Ya lo vivimos con la industria del amianto y del tabaco, hay un extraordinario conflicto de intereses”, critica Carballedo. La fundación de la multinacional, que tenía previsto salir a Bolsa, pero finalmente se echó atrás, aún no ha empezado a operar. Cosentino facturó el año pasado 1.464 millones y tuvo un beneficio neto de 66 millones.

En Andalucía, la Junta (PP) dejó morir hace cuatro años el Programa Integral de Silicosis de Andalucía (PISA), región donde es la primera enfermedad profesional. “Se han cruzado de brazos y echan balones fuera cada vez que pedimos que se reactive el Pisa”, lamenta Olga Manzano, portavoz socialista de la Comisión de Empleo, Empresa y Trabajo en el Parlamento autonómico. La Consejería de Salud y Consumo arguye que hace un año firmó con la de Empleo un protocolo para coordinar actuaciones en materia de enfermedades profesionales, entre las que está la silicosis.

A nivel nacional está por ver si el grupo de trabajo del Gobierno da frutos y la curva de casos empieza por fin a bajar en los próximos años. Para muchos de esos casi 6.000 enfermos, las medidas llegan tarde, recuerdan los neumólogos y las asociaciones de afectados.

“Nadie se percató de que podría provocar este brote. El fallo vino en cascada por las medidas de prevención inadecuadas y el desconocimiento acusado de los nuevos materiales con composición elevada de sílice. Las empresas fabricantes eludieron tomar en consideración el riesgo y los trabajadores lo desconocían”, resume Antonio León, director de la Unidad de Neumología, Alergología y Cirugía Torácica del Hospital Universitario Puerta del Mar de Cádiz, que atiende a 150 pacientes, la mitad de ellos con silicosis complicada “Ahora veo casos graves en personas jóvenes cuya única solución es el trasplante de pulmón, pero se pueden morir antes o durante la operación, que es compleja”, concluye.

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Sobre la firma

Javier Martín-Arroyo
Es redactor especializado en temas sociales (medio ambiente, educación y sanidad). Comenzó en EL PAÍS en 2006 como corresponsal en Marbella y Granada, y más tarde en Sevilla cubrió información de tribunales. Antes trabajó en Cadena Ser y en la promoción cinematográfica. Es licenciado en Periodismo por la Universidad de Sevilla y máster de EL PAÍS.
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