El Supremo absuelve por tercera vez a un albañil marroquí condenado por 10 violaciones que no cometió
El alto tribunal anula la última de las tres condenas contra Ahmed Tommouhi por una decena de violaciones que cometieron otros dos hombres en Cataluña en el otoño de 1991


El albañil marroquí Ahmed Tommouhi, de 74 años, detenido por casualidad en una pensión catalana hace más de 30 años, es inocente de las diez violaciones por las que fue condenado ―cinco como autor y cinco como cómplice necesario―; los verdaderos autores eran dos violadores que actuaban en pareja. El Tribunal Supremo lo ha absuelto de las seis últimas al revocar la condena dictada por la Audiencia de Tarragona por las violaciones de tres jóvenes cometidas la noche del 9 al 10 de noviembre de 1991. Tommouhi, que estuvo 15 años preso y otros tres en libertad condicional, recibió la noticia de esta tercera absolución en casa de su hija en un pueblo de Barcelona, donde vive con su yerno y cuatro de sus nietos. “Gracias, muchas gracias. Me arruinaron la vida, pero esto me quita la niebla del pecho y del corazón”, dijo a EL PAÍS.
Los magistrados han acordado estimar esta nueva demanda de revisión de la abogada de Tommouhi, según fuentes del Tribunal Supremo. La Sala de lo Penal del Supremo, por tercera vez, vuelve a consagrar así en su caso el verdadero fin de este recurso extraordinario: “que prevalezca, sobre la sentencia firme, la auténtica verdad y, con ello, la justicia material sobre la formal”, según anunciaba el auto que autorizó la isión a trámite del recurso de revisión en 2024.
La semana pasada, al hilo de la anterior condena revocada y siguiendo el criterio de la Abogacía del Estado, la Audiencia Nacional dictaminó que Tommouhi no merece una indemnización porque su caso no es “un error judicial evidente”. La demanda de indemnización y esta tercera revisión de la Sala de lo Penal del Supremo no tienen ninguna relación procesal, son causas independientes una de otra. El recurso por la indemnización, cuando se presente, irá por un cauce distinto, el de la Sala de lo contencioso-istrativo.
Tommouhi lleva décadas esperando la verdad. Casado con una mujer a la que no ha vuelto a ver desde que lo detuvieron en 1991 y que nunca ha dejado de confiar en él, tal y como cuentan sus familiares, pronto hará 34 años que fue detenido en una pensión de Terrassa porque era marroquí, bajito, regordete y tenía entradas. El 11 de noviembre de 1991. Acusado con una única prueba de cargo, el señalamiento en rueda de reconocimiento por parte de algunas víctimas y testigos de una serie de violaciones y robos salvajes cometidos ese otoño en Cataluña, fue condenado por la cara en tres juicios por violación. En un cuarto, cuya condena aún sigue vigente y será la siguiente en recurrirse, fue condenado por robo. Hasta que no se revoque esa cuarta, Tommouhi seguirá esperando, dice, que “limpien” su nombre del todo.
En el último de los juicios por violación, celebrado en la Audiencia Provincial de Tarragona poco antes de las Navidades de 1994, Tommouhi fue recibido a gritos de “moros hijos de puta”. La sentencia dictada el día después de Reyes de 1995 es la que ahora acaba de revocar el Supremo con base en hechos y nuevos elementos de prueba que desmotan el relato de la condena.
El primero de esos hechos nuevos, y el más relevante, es que en 2023 el Supremo ya revocó una segunda condena por dos violaciones, en aquel caso cometidas en Cornellá dos días antes contra dos menores. Esa revocación, además de ser un hecho jurídico nuevo en sí mismo, descartó con la certeza de un análisis de semen que Tommouhi fuera el violador y, por tanto, tampoco el conductor del Renault 5 gris, matrícula B-7661-FW, usado en Cornellà (Barcelona).
Con ese mismo coche y con esa misma matrícula se cometieron las violaciones de la causa de Tarragona revisada ahora y en la que Tommouhi había sido señalado también como el conductor. Una investigación periodística vinculó por primera vez ese coche con violaciones cometidas cuando ellos ya estaban en la cárcel. El Supremo ha declarado probado ese vínculo, y lo recoge para declarar su inocencia en Tarragona.
Tommouhi no conducía ese coche —ni siquiera sabe conducir— y tampoco estuvo en La Secuita ni en La Bisbal la noche de autos. En 1991, Tommouhi, que el sábado 9 de noviembre por la mañana había encontrado donde alojarse en Terrassa después de una semana en un nuevo empleo, estaba durmiendo en la pensión Agut, en una habitación con un compatriota que no conocía, pero con quien la dueña de la pensión decidió alojarlo al llegar. Aplicando el mismo criterio de selección, la policía, además de a Tommouhi, detuvo al otro huésped porque también era marroquí y tenía bigote. Se llamaba Mostafá Zaidani.
En otro de los hechos nuevos clave, Zaidani fue localizado por este periodista años después. “Eso que me pasó a mí, que no le pase a nadie”, dijo, refiriéndose a las 48 horas que pasó en comisaría y antes de saber que su compañero de habitación, Tommouhi, había sido condenado a 57 años y 40 días por violaciones cometidas aquel mismo sábado por la noche, a más de 100 kilómetros de distancia. “¿Y cómo, fue volando o qué?”, se preguntó entonces, en una conversación incorporada como nueva prueba al recurso por la actual abogada de Tommouhi, Celia Carbonell. El Supremo tuvo en cuenta este hecho al itir el recurso, pero no lo menciona ahora en su sentencia.
Es la segunda revisión a favor de Tommouhi que Carbonell gana en el Supremo. La primera de las tres, la obtuvo el entonces fiscal jefe de Cataluña en 1997, después de que una investigación de un guardia civil, Reyes Benítez, y un análisis de ADN, hubieran demostrado un año antes que Tommouhi había sido confundido con el verdadero violador, Antonio García Carbonell, físicamente muy parecido a él. Durante décadas, el caso estuvo enredado en la madeja del modelo de revisión. Un modelo preconstitucional reformado en 2015.
No solo Tommouhi fue confundido, también lo fue otro marroquí junto al que fue condenado en aquella primera condena, Abderrazak Mounib. Con quién fue confundido Mounib, vendedor ambulante desde los 14 años y fallecido en la cárcel a los 48, tres años después de aquella primera revocación del Supremo, no lo sabemos. El ADN solo reveló que se trataba de un pariente cercano del violador confeso García Carbonell, pero su cómplice nunca ha sido identificado ni detenido por aquellos crímenes de los años noventa.
El día del juicio de Tarragona, la gente recibió a Tommouhi y a Mounib a gritos: “moros hijos de puta, os vamos a matar”. En el pasillo estaba también una mujer en silencio. Tommouhi, visitado por este periodista en la cárcel en junio de 2006, tres meses antes de salir en libertad provisional, recordó cómo se enteró de quién era. “Era mi mujer”, le había dicho tras el juicio su compañero de tragedia, Mounib, condenado como él y con la misma única prueba de cargo, a más de 50 años de prisión también por la causa de Tarragona, entre otras.
Mounib murió en la cárcel el 26 de abril de 2000. Su viuda, Fátima, vive en Barcelona; la viuda en vida de Tommouhi, Fa, sigue en Marruecos, donde se quedó con 28 años y tres niños pequeños cuándo él emigró a Cataluña en 1991. Allí, en Nador, al otro lado de la frontera con Melilla, vive también su hija mayor, que entonces tenía 13 años y hoy tiene 47. En un documental que hizo una estudiante de cine argentina en 2011, decía de su padre: “Hace 20 años que no lo veo, si lo viera por la calle no lo reconocería”.
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