26 horas atrapados en un vagón a la luz de las velas por el apagón: “Soy pequeñita y me he podido acurrucar, pero dormir, casi nada”
Más de un centenar de pasajeros de un tren que salió de Barcelona hasta Cádiz pasan todo el día y la noche retenidos

Patricia Díaz cuenta que a la pereza del lunes por la mañana se le sumó, ayer, la perspectiva de tener por delante un viaje de seis horas en tren desde Barcelona hasta Albacete: “Soy usuaria muy habitual del tren, normalmente del AVE a Madrid, y cuando me toca coger el que va Albacete se hace pesado”, reconoce. Atiende desde su teléfono, y con la sensación que seis horas hubieran sido gloria bendita tras el martirio que ha tenido que soportar como consecuencia del apagón masivo que, este lunes, inutilizó la circulación ferroviaria en España. “26 horas dentro de un vagón, casi nada”, cuenta esta mañana de martes, con un estado de ánimo encomiable pese a que, dice, Renfe solo le ha ofrecido un botellín de agua a ella y a los 140 viajeros que quedaron atrapados en el Intercity Torre del Oro, un tren que une Barcelona con las ciudades de Sevilla y Cádiz.
El ajetreado viaje arrancó el lunes antes de las ocho de la mañana desde la estación de Sants y este martes, a las diez, aún no había terminado. “Nos están devolviendo a Valencia”, relataba Patricia Díaz, tratando de recomponerse de los estragos de una noche en vela. Antes de la una del mediodía del lunes el Torre del Oro quedó detenido en Xátiva (Valencia). Díaz explica que, tras el desconcierto inicial, los pasajeros terminaron itiendo que la fortuna les trató bien: “Resulta que aún tuvimos suerte porque el tren paró cerca de la estación, lo que nos permitió poder bajar al andén a pasear y acercarnos a un Mercadona a comprar comida y bebidas”.
Tras más de siete horas de parón, sobre las ocho de la tarde se les comunicó que había suministro eléctrico suficiente como para retomar la marcha, pero que en lugar de seguir el trayecto hasta Albacete, el tren recularía hasta Valencia. “Nos dijeron que era lo mejor, por seguridad, y que una vez allí nos alojarían en un hotel”, explica la viajera. A esas horas, las baterías de los teléfonos móviles ya estaban apuradas y quien conservaba algo de carga constataba que no había cobertura para ar con nadie.
Díaz, que hoy tendría que estar en Madrid por asuntos profesionales pero solo piensa en volver a Barcelona cuanto antes mejor, cuenta que, pese a todo, el ánimo de los viajeros no decayó, y la caída de la noche se gestionó con una nueva visita al supermercado para comprar velas. “Hasta que vino el interventor y nos dijo que aquello era peligroso”, manifiesta. La medianoche trajo un nuevo mensaje informativo: “Nos dijeron que paciencia, que teníamos que pasar la noche dentro del tren”.
Cada uno intentó improvisar un lecho a su medida, ya fuera tenderse en el suelo o buscando el rincón menos incómodo: “Yo soy pequeñita y me he podido acurrucar entre dos butacas, pero dormir, casi nada”, cuenta la pasajera. Tantas horas dentro de un vagón dieron margen para estrechar lazos, “he conocido a unos chicos de Girona que iban a Albacete para sacarse el carné de conducir”, por eso generó un susto colectivo la irrupción, en plena noche, de extraños en un tren. “Era la gente que se había quedado tirada en la estación, les dijeron que entrasen en el tren para resguardarse”, dice Díaz. Sin luz, y con las linternas de los móviles inutilizadas por la falta de batería, la llegada de nuevos inquilinos al vagón causó turbación.
La llegada de la mañana ha hecho aflorar el cansancio y el hartazgo por un viaje que tenía que ser hasta Albacete, Sevilla o Cádiz, pero que ha terminado en una travesía sin fin.
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