La Cataluña de los 10 millones: planificarla ya o darle la espalda
El Govern desarrollará un plan general “que no se quede estrecho antes de empezar” ante un crecimiento de la población del que abomina la extrema derecha


El Govern da por hecho que Cataluña alcanzará, más temprano que tarde, los 10 millones de habitantes. Y quiere empezar a prepararse para que los servicios públicos y las infraestructuras estén a la altura de ese salto demográfico. El augurio, que ha expresado de forma recurrente ―aunque hasta ahora sin demasiada concreción― la consejera de Territorio, Sílvia Paneque, ha sido recibido con abierto rechazo por los pocos que lo han desmenuzado públicamente. Y en especial, por la extrema derecha. Los argumentos contra la “desnaturalización” del país ―el crecimiento, sea o no tan pronunciado, vendrá dado por la inmigración― aparecen yuxtapuestos, o más bien camuflados, bajo el pretexto de la sostenibilidad. Cataluña, vienen a decir, no da para tanto. “Si no saben ver las limitaciones de recursos y territorio, apártense”, ha proclamado la líder de Aliança Catalana, Sílvia Orriols.
La proyección del Govern parte de la constatación de una carencia: con el diseño vigente, no alcanza para satisfacer las necesidades de la población, con serias dificultades para acceder a la vivienda o para moverse en transporte público sin sobresaltos. “Somos un país pensado para 6 millones de personas que ahora tiene 8 y pronto tendrá 10”, ha escrito la consejera. Esos sis milions fueron saludados, en 1987, en la célebre campaña de la Generalitat de Jordi Pujol. La población quedo así, prácticamente estancada, hasta los primeros compases de siglo, con la llegada de migrantes extracomunitarios. Casi nadie reparó en los siete millones, tal vez por una querencia por los números pares, redondos, definitivos. En noviembre de 2023, y casi por sorpresa, se anunció, sin la euforia y el optimismo de antaño, que se había superado otro umbral: 8 millones de catalanes. Paneque piensa ya en los 10.
Lo primero, sin embargo, es poner a prueba la premisa: ¿es cierto que “pronto” seremos diez millones? El Idescat no lo dice, o no de forma tan clara. En su última proyección de población, de 2024, el organismo oficial de estadística de la Generalitat maneja tres escenarios (bajo, medio y alto). Solo en este último, que marca uno de los extremos (por lo que es menos probable que ocurra, según los expertos) apunta a esos 10 millones, cifra que, hipotéticamente, se alcanzaría en el año 2052. “Para llegar ahí, el crecimiento migratorio ha de ser aún más intenso y mantenerse en el tiempo. Y la experiencia histórica nos dice que las llegadas son por oleadas, a partir de ciclos económicos, y en función de las circunstancias de los países de origen”, explica Juan Antonio Módenes, investigador del Centro de Estudios Demográficos (CED) quien, sin embargo, aplaude que se piense a lo grande. “En términos de planificación, está bien tener presente un crecimiento máximo. Es mejor pensar de más que de menos”.
Esa idea ―pensar el futuro para que no se vean, como ahora, las costuras del sistema― subyace en las proyecciones del Govern, que trata de identificar las necesidades de cada ámbito: salud y educación, vivienda, recursos naturales (el agua), equilibrio territorial y medio ambiente, infraestructuras, transporte, y un largo etcétera. La herramienta clave, apuntan, será el Plan Territorial General de Catalunya, que se aprobó en 1995 pensando en los seis millones y ha quedado desfasado. Toca “plantear las bases de un nuevo plan que no se quede estrecho antes de empezar”, explica a este diario Jordi Terrades, secretario general del Departamento de Territorio, Vivienda y Transición Ecológica.
“Algunas infraestructuras que se pensaron entonces se han acabado ahora. Pero el país es distinto, ha crecido, y se transformará a velocidad aún más rápida porque el mundo se ha acelerado”, detalla Terrades, crítico con que la defensa del decrecimiento se use como disfraz para rechazar la inmigración. “Para ser sostenibles, necesitamos que haya personas en el mercado de trabajo, vengan de donde vengan. Me hace gracia que la derecha no cuestione cuando las personas vienen de fuera con la cartera bien llena, solo cuando vienen a trabajar”.

“Un país sin hijos ha de tener migrantes”
Del mercado de trabajo en Cataluña (y del peso específico de la inmigración) sabe un rato Mariña Couceiro, socióloga de la Fundación Cipriano García. Es la autora de un detallado informe de CC OO con conclusiones claras: la revitalización del mercado de trabajo en los últimos años se debe a los migrantes, que representan ya el 26% de los ocupados. Los extranjeros ocupan los trabajos más precarios, cobran los peores sueldos y sufren más la economía sumergida: unos 160.000 trabajan pese a que están en situación istrativa irregular, según el estudio. “En Cataluña, la inmigración ha sido el motor del crecimiento demográfico y no la podemos separar del crecimiento económico. El balance económico y social es positivo”, cuenta.
Couceiro ite que hay “desafíos” ante cualquier crecimiento de población, pero viene a decir que hay mucho más que ganar. “Habría que hablar a la gente de las consecuencias de un decrecimiento demográfico. Un país que no tiene hijos ha de tener inmigrantes”, dice la socióloga, que aporta un dato nuevo, de 2024, que no aparecía en el estudio: “El 100% de incremento neto de la población activa en Cataluña ha sido gracias a las personas nacidas en el extranjero. Sin ellas no se puede entender un futuro de prosperidad económica y social”, dice Couceiro, que ironiza con el hecho de que la extrema derecha se interese ahora por el decrecimiento. “Es xenofobia vestida de preocupación por la sostenibilidad. Si les preocupa ese tema, hay muchas medidas que ya se podrían tomar”.
A quien sí le inquieta de forma genuina el asunto es a Jaume Grau, portavoz de Ecologistas en Acción, que pone nombre a reflexiones como las de Orriols: “Ecofascismo”. “Que los recursos son limitados y no se puede seguir sosteniendo un ritmo de crecimiento como el actual es una evidencia. Ante eso, el ecofascismo dice: ‘’Vamos a defender los privilegios de una minoría’. La justicia social replica que hay riqueza de sobras para que vivamos con dignidad”. Grau apunta que un “aumento de la población de un 25%” (de ocho a diez millones) “plantea muchos retos”, por ejemplo, en alimentación o consumo de agua. Pero sobre todo, en vivienda. “Si ahora ya es uno de los derechos menos reales, no sé dónde nos veríamos. Aunque creemos que migrar es un derecho, la vivienda puede hacer que sean materialmente imposible migrar”.
Para hablar de vivienda hay que volver a Módenes, el investigador del CED, porque es su objeto de estudio. “La población crece a una velocidad mayor a la que crece el stock de viviendas. Y este es un reto no para 10 millones, sino para ya”. En el escenario alto del Idescat, dice, “habría que construir 600.000 hogares nuevos en 30 años”, lo que significa unas 20.000 viviendas anuales. Más allá del rechazo que pueda suscitar el crecimiento y cómo eso es compatible o no con una Cataluña “ambientalmente sostenible”, Módenes dice que sería un reto “relativamente asumible”.
Según los últimos datos de Idescat, en Cataluña se finalizan cada año unas 14.000 viviendas, pero existe un “decalaje importante” con las necesidades de la población: “Durante la burbuja de principios de siglo, había cierta coherencia entre lo que se construía y el crecimiento de hogares, había cierta justificación demográfica. Pero ahora la demanda interna ha desaparecido”. Módenes señala que “es razonable pensar” que Cataluña siga siendo el motor del crecimiento de población y por eso es importante ”pensar no en términos de cuántos somos ahora, sino de cuántos seremos en el futuro”. Como ha señalado la historiadora Anna Cabré en su trabajo Les onades migratòries en el sistema català de reproducció, el crecimiento no ha sido llano y plácido, sino “más bien espasmódico, en grandes oleadas”.

Un “milagro” para el transporte
Los catalanes del futuro, sean cuantos sean, seguirán necesitando moverse. Y el transporte público deja ahora mucho que desear. “La red de transporte no está para 8 millones de habitantes, tiene carencias de todo tipo, sobre todo en Rodalies, pero no solo. Si la población llegase a los 10 millones, este problema se agravaría. Será casi un milagro que, por mucho que se planifique, se llegue a una situación óptima en 2050”, reflexiona Joan Carles Salmerón, director de Terminus-Centre d’Estudis del Transport. Salmerón también aplaude que no solo se afronten los problemas más acuciantes y obvios (como el caos de Rodalies), sino que “se empiece a pensar, de manera urgente, qué se necesitará para los próximos años”.
Salmerón advierte sobre un desafío que se cierne y que no afecta solo, pero también, al transporte: los desequilibrios territoriales. “Estamos concentrando 5 o 6 millones de personas en el área metropolitana, pero tenemos una buena red ferroviaria regional que podría acoger un crecimiento de población en Camp de Tarragona, Girona o Lleida”, dice el experto, que ve dos grandes líneas de trabajo para mejorar el servicio: una, “aumentar la capacidad y la resistencia” del sistema; la otra, “que la red sea muy capilar, no solo en los grandes ejes”.
En educación, el reto con toda probabilidad no será tener que atender a más alumnos, sino hacerlo mejor. “No tengo claro que la población estudiante vaya a crecer. Los extranjeros llegan a España en edad adulta, para trabajar. Y, aunque tengan más hijos, la tasa de fertilidad autóctona es muy baja”, reflexiona Lucas Gortázar, director de EsadeEol. “Vamos a un terreno de mayor dificultad. El nivel sociocultural de las familias está bajando y habrá que hacer un esfuerzo colectivo”, agrega este experto en política educativa. La solución pasa por poner más recursos. “Venimos de un déficit de financiación secular, y para atender la complejidad es necesario invertir más”. Y eso sirve para la educación, pero, seguramente, también para todo lo demás.
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