Nueva polémica en el Vaticano: el cardenal Cipriani, castigado tras ser acusado de abusos, participa en los actos previos al cónclave
El exarzobispo de Lima fue sancionado en 2019 por el Papa, que le prohibió el uso de símbolos cardenalicios, pero está en Roma vestido con sus hábitos. La Santa Sede elude aclarar si tomará medidas


EL PAÍS puso en marcha en 2018 una investigación de la pederastia en la Iglesia española y tiene una base de datos actualizada con todos los casos conocidos. Si conoce algún caso que no haya visto la luz, nos puede escribir a: [email protected]. Si es un caso en América Latina, la dirección es: [email protected].
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Resuelto el caso del cardenal Becciu —que el martes, después de diez días de pulso a la Santa Sede, renunció a entrar en el cónclave que elegirá al nuevo Papa—, en el Vaticano ya se plantea otro conflicto sobre un nuevo caso de posible desobediencia a Francisco. Lo protagoniza el cardenal peruano Juan Luis Cipriani, el primero que tuvo el Opus Dei en su historia, que fue apartado y sancionado en 2019 por Francisco tras una acusación de abuso de menores.
En aquel momento el precepto penal se mantuvo secreto, pero fue desvelado por EL PAÍS el pasado enero. Y entre los castigos impuestos a Cipriani por el Papa estaba el de no llevar símbolos cardenalicios. Sin embargo, Cipriani, que tras la publicación del artículo defendió su inocencia y criticó al Papa por castigarle “sin haberle escuchado”, ha aparecido estos días en Roma vestido con sus hábitos de cardenal. Visitó la capilla ardiente del Pontífice en la basílica de San Pedro, también la tumba con el resto de los purpurados, y ha participado en las congregaciones generales, según las imágenes que se han hecho públicas en medios peruanos, como la cadena RPP.
En 2019, tras recibir una carta de una víctima, el papa Francisco dio credibilidad a las acusaciones de abusos contra Juan Luis Cipriani. Después de encargar una investigación, ordenó al cardenal salir del país, apartarse de la vida pública y no hacer declaraciones, y le impidió usar los símbolos inherentes al cargo. Además, le prohibió participar en el cónclave, pero esta cuestión ya está superada porque Cipriani tiene 81 años y después de los 80 se pierde ese derecho. Cipriani firmó y aceptó el precepto penal.
La pregunta ahora en Roma es si lo está incumpliendo y desobedeciendo al Pontífice, algo que el Vaticano no aclara; y, si es así, qué medidas se van a tomar al respecto. Cipriani, por otro lado, ya desobedeció el castigo al viajar a Lima en enero y recibir en un acto público la medalla de oro de la ciudad, de manos del alcalde, Rafael López Aliaga, también miembro del Opus Dei. Y tras el artículo de EL PAÍS hizo públicas varias cartas criticando al Papa y negando los hechos. Víctimas de abusos en la organización ultracatólica peruana Sodalicio de Vida Cristiana, que fue recientemente disuelta por Francisco, le acusan de haber desoído sus denuncias cuando acudieron al arzobispado de Lima en 2011, sin obtener ninguna respuesta.

Este periódico ha preguntado al cardenal Cipriani sobre su situación, a través de su secretario, el canal por el que se ha comunicado con él hasta ahora, pero no ha obtenido respuesta tras una espera de casi 48 horas.
Las imágenes de Cipriani vestido de cardenal ya han aparecido en la televisión peruana. El director de la sala de prensa del Vaticano, Matteo Bruni, ha tenido que responder este miércoles, por tercer día consecutivo, a las preguntas de los periodistas sobre el asunto. El martes explicó que no está claro si Cipriani está desobedeciendo o no el precepto penal impuesto por el Papa, porque la información disponible, que hizo pública la propia sala de prensa en enero tras el artículo de este diario, “no entra en los detalles de las sanciones”. Y, ante la petición de que aclare esos detalles, Bruni señaló que por el momento no hay más información.
Bruni confirmó en su día que a Cipriani se le impuso “un precepto penal con algunas medidas disciplinarias relativas a su actividad pública, el lugar de residencia y el uso de insignias”. Añadió que la medida seguía vigente. Fallecido el papa Francisco, durante la sede vacante, la autoridad para amonestar o sancionar a Cipriani, si fuera el caso, es del decano de cardenales, Giovanni Battista Re, y del camarlengo, Kevin Farrell, los dos que han gestionado el caso Becciu.
La sala de prensa del Vaticano no ha respondido a la pregunta de si el decano del colegio de cardenales o el propio colegio están estudiando la cuestión, o si alguien la ha planteado estos días en las discusiones de las congregaciones generales. Por ejemplo, podría hacerlo el actual arzobispo de Lima, el cardenal Carlos Castillo, presente en Roma y con derecho a voto en el cónclave, que conoce bien el problema porque en enero se colocó del lado de las víctimas y llamó a Cipriani a “abandonar las vanas justificaciones, el empecinamiento y el rechazo a la verdad”. Bruni ha respondido que, si hubiera novedades en los próximos días, se comunicará. Este miércoles, en el encuentro diario con la prensa, ha repetido que no hay nada más que añadir.
En el Vaticano, uno de los mayores expertos en el escándalo de la pederastia en la Iglesia, el jesuita Hans Zollner, ya ha criticado este silencio: “Para mí, si hay decisiones contra Cipriani los cardenales tienen que intervenir”, ha declarado al diario argentino La Nación. “No conozco las sanciones, pero si existen y las está desobedeciendo, insisto, tienen que intervenir los cardenales, porque quiere decir que hay un problema de aplicación de las sanciones y de credibilidad de las sanciones”.
Preguntado por estas palabras, Bruni ha replicado este miércoles que los cardenales están al corriente de la cuestión y de que está creando escándalo: “El caso es conocido”. Recordó, a continuación, que todos los purpurados tienen derecho a participar en las congregaciones generales. “Si no hay decisiones, se pueden sacar conclusiones”, sugirió, dando a entender que si el colegio cardenalicio ha decidido no pronunciarse esa es por el momento su respuesta.
El caso y la forma de ignorarlo por el momento pone sobre la mesa la pregunta de hasta qué punto las víctimas de pederastia y la gestión del escándalo están en la agenda del cónclave, o se trata de dar por pasada esa página, que es la pretensión de una parte de los cardenales. Durante el pontificado de Francisco, pese a sus iniciativas, gran parte de la jerarquía y de la maquinaria vaticana opuso resistencia. Han estado ganando tiempo y con el cambio de Papa esperan que se entre en otra fase menos combativa.
Pero es que hay más casos de purpurados involucrados en el escándalo de la pederastia. También se ha visto en el Vaticano al cardenal estadounidense Roger Mahony, arzobispo emérito de Los Ángeles, acusado de haber encubierto a 129 sacerdotes que habían agredido sexualmente a menores. Y se ha visto muy claramente porque la propia Santa Sede no tuvo problema en incluirlo entre los nueve cardenales encargados de celebrar el rito del cierre del ataúd del Papa. Con 89 años ya no votará en el cónclave ―algo que sí fue muy polémico en el de 2013―, pero su presencia también ha sido señalada por organizaciones que investigan los abusos. Sobre otro purpurado, el francés Jean-Pierre Ricard, que en 2022 itió abusos sobre una niña de 14 años, no hay noticias por ahora de que esté en Roma. En todo caso, tiene más de 80 años y tampoco entraría en el cónclave.
“La inclusión de un cardenal con acusaciones creíbles en las importantes reuniones precónclave de esta semana expone la desconexión entre las palabras y las acciones de la Iglesia en materia de abusos”, ha denunciado Bishops ability, organización de denuncia de la pederastia en la Iglesia que mantiene la mayor base de datos del mundo sobre los casos conocidos. Y también ha denunciado la participación de Cipriani: “Se burla de la declaración de los cardenales sobre la supuesta importancia del tema de los abusos. Garantiza a los obispos abusadores el continuo apoyo de sus colegas, al tiempo que envía un mensaje preocupante a las víctimas de abusos. Es inquietante lo que la participación de Cipriani revela sobre la disfunción del Vaticano, incluso cuando actúa correctamente (…) Los cardenales deben demostrar que hablan en serio, y eso significa prohibir inmediatamente la presencia de Cipriani, Mahony y cualquier otro líder eclesiástico culpable en el resto de sus reuniones”.
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