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A propósito de la serie ‘Adolescencia’, de Netflix: cómo alejar a los chicos de la ‘manosfera’

La importancia de hablar desde la infancia de los estereotipos sexistas en la publicidad, las películas o los cuentos y el ejemplo de los adultos son herramientas para luchar contra la influencia de los sitios que promueven el machismo en internet

Escena de la serie 'Adolescencia' en la que Jamie Miller, de 13 años, conversa con la psicóloga Briony Ariston
Adrián Cordellat

Los cuatro capítulos de Adolescencia, la miniserie de Netflix dirigida por Philip Barantini que ha arrasado, han removido a la sociedad en su conjunto, pero especialmente a madres y padres. Su punto de vista, centrado en Jamie Miller —el adolescente de 13 años acusado de asesinar a una compañera de clase— y su familia, no ha sido del agrado de todos y ha suscitado no pocas críticas por invisibilizar a la víctima de la historia. Sin embargo, esa elección tiene un punto fuerte, y es que enfrenta a padres y madres ante una idea que se tiende a negar: que sus hijos varones podrían ser perfectamente Jamie Miller.

“Me sigue sorprendiendo que tantas familias tengan miedo de que sus hijas se emparejen con chicos machistas, pero que, sin embargo, no estén igualmente preocupadas porque sus hijos puedan llegar a ser agresores machistas”, sostiene Daniel Leal González, psicólogo y coordinador del Programa Municipal de Hombres por la Igualdad en la Delegación de Igualdad y Diversidad del Ayuntamiento de Jerez de la Frontera.

Además de esta toma de conciencia propiciada por el punto de vista adoptado por los guionistas de la serie, hay otros muchos aspectos que golpean a madres y padres durante el visionado de Adolescencia. Pero hay dos que sobresalen especialmente. El primero es el descubrimiento por parte de muchos, con asombro y espanto, de la conocida como la manosfera, una red de sitios web, blogs y foros liderado por un conglomerado de subgrupos de hombres (incels, artistas de la seducción, activistas por los derechos de los hombres, trolls...) que tienen una cosa común: divulgan sin cesar contenido misógino extremista que está siendo consumido por hombres de todas las edades, pero fundamentalmente por preadolescentes y adolescentes que se están empapando de discursos tóxicos y de odio.

“Desde hace tiempo esta ha sido una forma de extremismo creciente y realmente preocupante de la que nadie ha estado hablando”, explica a EL PAÍS la escritora Laura Bates, autora de Los hombres que odian a las mujeres (Capitán Swing, 2023). “Como nos cuesta reconocer a los hombres blancos como extremistas, y también nos cuesta ver la misoginia como algo extremo debido a lo normalizada que está en nuestras sociedades, estos puntos ciegos han permitido que esta forma particular de radicalización prospere, atrapando a muchos jóvenes”, asegura. Bates echa la culpa del éxito de esta corriente a las redes sociales: “La razón más poderosa por la que estas cuentas tienen tanto éxito entre los adolescentes es porque están siendo promovidas directamente a miles de millones de personas por los algoritmos de las redes, que se benefician económicamente de su extremismo”.

Leal, por su parte, considera que si estas cuentas tienen éxito es porque responden a preguntas habituales que se hacen muchos chicos adolescentes: ¿Qué es ser un hombre? ¿Cómo puedo ser popular? ¿Cómo tengo que comportarme para ser atractivo y ligar? ¿Cómo puedo tener éxito en mi vida? “Las respuestas a estas preguntas las hemos dejado en manos de hombres misóginos que llegan al punto de negar la violencia machista y que ofrecen a los chavales como chivo expiatorio de todos sus fracasos al feminismo y a las mujeres feministas”, apunta el coautor de Convivir en igualdad: Prevención de la violencia masculina hacia las mujeres en todas las etapas educativas.

El impacto de estos discursos, como señalan desde Ayuda en Acción, puede ser incluso superior entre la infancia y la adolescencia que crece en entornos socioeconómicos y socioculturales más vulnerables. “A menudo estos chicos carecen de protección familiar, acompañamiento educativo en el hogar, controles parentales, referentes familiares positivos… por lo que corren un mayor riesgo de ser más permeables a interiorizar estos discursos, como parte de lo que se conoce como desigualdades sociodigitales”, explica Elena Rúa, responsable en Asturias de la ONG. La especialista en Educación para la Ciudadanía Global de la organización destaca también que estas cuentas y foros ofrecen una falsa sensación de comunidad y validación “que puede resultar especialmente atractiva para aquellos jóvenes que no cuentan con el acompañamiento social y familiar necesario”.

Adolescence

El segundo aspecto de Adolescencia que remueve profundamente a madres y padres es la dolorosísima secuencia final (ojo, spoiler), en la que los progenitores de Jamie Miller se derrumban emocionalmente mientras hablan sentados en la cama. “¿Podríamos haber hecho algo más?“, se preguntan, mientras el padre reconoce que quizás se durmió demasiado en los laureles en la supervisión de su hijo, que se encerraba cada tarde en su habitación ante las pantallas del ordenador y el móvil. “Pero estaba en su cuarto, ¿no? Ahí estaba a salvo, ¿no? ¿No nos parecía eso? ¿Qué iba a hacer ahí metido?”, lanza al aire.

El odio en internet florece sobre todo en un vacío de comunicación”, afirma Bates, que considera que la herramienta más importante que tienen los padres para luchar contra la manosfera es la comunicación. “No esperes a que tu hijo tenga 16 años y ya haya visto todo ese contenido en internet. Empieza a hablar con tus hijos desde los 3 o 4 años sobre los estereotipos de género, la equidad y la autonomía corporal”, recomienda. La escritora anima a madres y padres a comentar con sus hijos los estereotipos sexistas que aparecen en la publicidad, las películas o los cuentos, “a darles permiso para cuestionarlos en lugar de interiorizarlos”; a hablar con ellos sobre internet y sobre la necesidad de ser escépticos hacia las fuentes, y a hacerles preguntas y ofrecerles un espacio seguro para hablar con ellos sobre lo que ven en línea. “Cuanto antes y con más frecuencia practiquemos esta comunicación, más fortaleceremos esos caminos de diálogo que permitirán, más adelante, que hablen contigo sobre lo que están viendo. Esto nos da oportunidades vitales para interrumpir narrativas dañinas”, aconseja.

“No podemos quedarnos con la duda de los padres de Jamie de que quizás podríamos haber hecho algo más. Hagamos todo lo que esté en nuestra mano para cuidarlos”, agrega Leal. En ese sentido, el psicólogo destaca la importancia de la figura paterna y su capacidad para ser ejemplo: “No hay mejor modelo de hombre igualitario para un hijo que su papá”.

“Siempre que los chicos puedan ver actitudes no machistas ejemplificadas por hombres de su vida en quienes confían y a quienes iran, hay esperanza para el futuro”, apunta Bates. La escritora, en ese sentido, alerta de que, sin comunicación, sin ejemplo y con el poderoso alcance de los algoritmos se corre el riesgo de que todos los avances conseguidos, en el ámbito de la igualdad y en el camino hacia una masculinidad menos tóxica e influenciada por los modelos hegemónicos, se desmoronen en un abrir y cerrar de ojos.

“Desde España hasta el Reino Unido, así como en muchos otros países, las encuestas muestran de forma repetida que los jóvenes están cada vez más polarizados, con chicos que adoptan posturas cada vez más conservadoras y misóginas”, prosigue Bates, “aunque siempre ha existido cierta reacción ante el progreso social, esto nunca había ocurrido antes y es una señal clara de la radicalización impulsada por los algoritmos”.

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Sobre la firma

Adrián Cordellat
Escribe como colaborador en EL PAÍS desde 2016, en las secciones de Salud y Mamás&Papás. También ha colaborado puntualmente en Babelia y en la sección de Cultura, donde escribe sobre literatura infantil y juvenil. Dedica la mayor parte de su tiempo a gestionar la comunicación de sociedades médicas y científicas.
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