Andrea Torreblanca, directora del Museo Tamayo: “Los museos son los últimos nichos de resistencia para la imaginación”
La nueva responsable de la sala quiere convertirla en un laboratorio que marque tendencias en un momento en que el arte está en la mira de movimientos reaccionarios


Andrea Torreblanca (Ciudad de México, 46 años) asumió hace tres meses las riendas del Museo Tamayo con la mira puesta en reforzar su posición como un lugar de contemplación del arte, casi “espiritual”, pero también en un nicho de resistencia en tiempos recios, cuando el arte y los artistas están en la mira de movimientos reaccionarios, que igual prohíben libros, cancelan exposiciones, ordenan una limpieza “ideológica” en los museos o barren con la diversidad en grandes centros artísticos, como ha ocurrido recientemente con el célebre Kennedy Center de Washington, ahora bajo el control de Donald Trump y su corte de fieles retrógrados. México parece —por el momento— ser una excepción y el país vive una época de esplendor de las artes y la libertad artística. Torreblanca quiere aprovechar este momento brillante para que el Tamayo se convierta en un laboratorio que marque tendencias en un diálogo abierto. Con una larga experiencia en curaduría —ya había trabajado como curadora del Tamayo durante diez años—, esta joven maestra en Estudios Curatoriales por el Bard College de Nueva York quiere que el museo se erija en el ágora moderna, el lugar de encuentro de una sociedad sometida al estrés de la incertidumbre.
Pregunta. Asume la dirección de uno de los museos más importantes de México, ¿cuál será su aporte?
Respuesta. Me gusta pensar que el museo puede ser un tercer espacio, que es un término que surgió en Sociología en los años 80 para pensar en un lugar que no es la casa ni el trabajo. Es un espacio neutral, más bien social, híbrido; un espacio mental en donde se cruzan distintas culturas. Me gusta pensar que la aportación es traer a las audiencias al museo, que pueda ser un lugar de encuentro en donde la gente pueda estar en un momento lento, de contemplación. Me interesa mucho volver a generar ese interés por el museo y para eso hay muchas estrategias que estamos implementando en estos cortos tres meses, y una de ellas es fortalecer al equipo en términos de contenidos para poder hacer plataformas más diversas a través de cinco líneas de investigación.
P. ¿Cuáles son esas líneas?
R. Con Abril Zales, quien se integró como curadora en jefe, estamos proponiendo una guía de exploración. Una de ellas es la performatividad, que nos interesa mucho no solo en términos de arte-acción, de coreografía, teatralidad, sino también como una forma de lenguaje, de comunicación, donde podamos explorar cosas más humanas y cercanas como el afecto. Otra guía que es muy importante es el propio museo como punto de partida. Es decir, el museo se funda en 1981 y desde esa premisa estudiar qué pasaba en los años 80, tanto en México como en otros países. Ver el museo como laboratorio, porque me interesa que se entienda desde ese doble lugar, un museo de arte moderno y contemporáneo. También me interesa explorar la espiritualidad como una línea donde lo vernáculo, lo ancestral, las nuevas tecnologías y las máquinas puedan entrar en un diálogo.
P. ¿Qué temas le interesa explorar en las futuras exposiciones?
R. Estamos procurando que sean menos exposiciones monográficas y más exposiciones colectivas. Esto es un reto enorme, porque implica presentar más artistas, pero también curatorialmente entrecruzar diálogos y poner en tensión perspectivas que son más colectivas, temas que tienen que ver con performatividad, espiritualidad, con el futuro, lo moderno y también con ciertos temas de territorio, pero no pensado como una geografía, sino más bien móvil, flexible, híbrido, tentacular. Queremos traer más artistas a la conversación de distintas generaciones para generar un diálogo más interesante.
P. ¿Cómo debe manejar un museo las críticas o el descontento cuando tocan temas que pueden herir sensibilidades?
R. Cada contexto es distinto, pero obviamente se trata de un diálogo abierto.
P. ¿La sociedad es más abierta ahora para enfrentarse a temas que pueden ser sensibles para algunos sectores?
R. Es difícil generalizar y pensar que se trata solo de un público. A mí me gusta pensar que estamos atendiendo a la sociedad finalmente y esa sociedad tiene muchísimas maneras de pensar, de reaccionar a lo que está dentro de un museo. Efectivamente, el museo tiene que ser muy responsable con los contenidos y con los discursos que está avalando, digamos, como institución. Se trata siempre es un diálogo entre el museo, entre el artista, entre lo que se dice, entre cómo se entrecruzan esas narrativas.

P. Ha mencionado dos veces la palabra espiritualidad. Estamos en un momento de incertidumbre. Hay un neo conservadorismo que toma el poder y tendencias reaccionarias. En un contexto así, ¿qué rol debe jugar un museo?
R. Tenemos un reto enorme como museos, y no solo en México, por el momento que estamos viviendo y creo que sí tenemos que ser los últimos nichos de resistencia para la imaginación. Tenemos que cuidar estos espacios culturales, que el museo no solo sea este espejo de la realidad, sino que sea un lugar en donde se pueda poner en tensión todo lo que ocurre allá afuera, pero que se haga a través de la imaginación. En ese sentido, la espiritualidad juega un rol muy grande hoy en día, porque nos permite tanto regresar al origen como pensar en el cosmos, en lo mítico.
P. ¿En qué momento está el arte en México?
R. Es uno de los momentos más fuertes para el arte. La sinergia entre lo privado, lo público, las instituciones, la curaduría, los artistas lo convierten en un momento fuertísimo para México, muy interesante, en donde todas las generaciones están participando. Hay toda una generación de nuevos curadores muy jóvenes que empiezan a entrar en diálogo con otras disciplinas, que eso está siendo muy interesante y es lo que queremos fortalecer aquí: El diálogo con la literatura, con la coreografía, con la danza, con el teatro. Los museos también están muy fuertes, con exposiciones que son muy sólidas.
P. ¿Qué elementos han jugado a favor de esta situación tan extraordinaria que está viviendo el país en términos de cultura?
R. Somos muy afortunados de estar en esta nueva etapa de la Secretaría de Cultura con Claudia Curiel. Hay una apertura enorme para que el arte sea un pilar. Alejandra de la Paz, al frente del INBAL, ha sido un cambio buenísimo en materia de la sinergia de los museos, volver a pensar que somos un organismo muy grande para pensar la cultura. Hay mucha apertura de diálogo y de escuchar.
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