El meteplantle mexicano y el mate a la sombra de Paraná, patrimonio agrícola de la humanidad
Con estos dos sistemas agrícolas de México y Brasil, América Latina suma nueve enclaves destacados por la FAO


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Desde hace cerca de 3.000 años, las familias campesinas del pequeño Estado mexicano de Tlaxcala mantienen el metepantle, un término náhuatl, que significa rodeado de magueyes y que se refiere a un método de la Mesoamérica prehispánica que no solo garantiza la seguridad alimentaria, sino que preserva los suelos, el agua y la biodiversidad. Este modelo tradicional de agricultura en terrazas y laderas acaba de ser honrado por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), que lo ha nombrado como uno de los seis nuevos sistemas importantes del patrimonio agrícola mundial, junto con los cultivos de mate a la sombra de Paraná, en Brasil, tres lugares de China especializados en mejillones perla, té blanco y peras, y el paisaje volcánico de la isla española de Lanzarote.
Arraigado en los conocimientos de los pueblos indígenas nahuas, el metepantle ayuda a preservar las semillas, mantiene la biodiversidad de las tierras secas y afianza los sistemas alimentarios y los medios de subsistencia locales, ofreciendo resiliencia y continuidad cultural en una de las regiones de México más vulnerables al clima.
En esta práctica, la gestión del agua es imprescindible, especialmente teniendo en cuenta que se produce en una zona que alterna lluvias torrenciales y sequías. El funcionamiento es el siguiente: al intercalar las hileras de magueyes (agave) con otras plantaciones como la milpa (maíz, frijol y calabaza), otra vegetación o árboles frutales, estos se protegen entre sí y preservan la calidad de los suelos. “El sistema mantiene más de 140 especies indígenas, entre ellas, 40 razas originales de maíz y 30 tipos de verduras comestibles, y practica la conservación basada en la comunidad mediante tradiciones familiares, ferias de semillas y redes de intercambio. Aporta fibra, alimentos, bebidas, estabilización de suelos y hábitat de polinizadores”, destaca el comunicado de la FAO en el que han hecho el anuncio.
Aunque originalmente este método de cultivo se practicaba también en otros estados del país como el Estado de México, Hidalgo y Puebla, además de Tlaxcala, ha ido cayendo en desuso. Pero José María García, profesor de la Universidad Politécnica de Valencia, y presidente del grupo de asesoramiento científico de Sistemas Importantes del Patrimonio Agrícola Mundial (SIPAM), confía en que el nombramiento ayude a la preservación de estos modelos. “Por un lado, porque para postularse, presentan un plan de acción y conservación que también incluye formas de monitorearlo. Segundo, el hecho de que sean divulgados por la FAO hace que estén los ojos de los observadores del mundo entero encima. Y tercero, que es muy importante, que el nombramiento les otorga el respeto y la autoestima que merecen las comunidades rurales”, narra. “Que se reconozca internacionalmente, muchas veces hace que también te reconozcan en tu país”.

La selección de esta y las demás formas de cultivo no es casual. Según la FAO, ofrecen “un ejemplo raro” de prácticas agrícolas que preservan la cubierta forestal y, simultáneamente, brindan apoyo a los medios de subsistencia y al patrimonio cultural. Otro de los grandes ejemplos de ello es el cultivo de yerba mate a la sombra de los pueblos indígenas de Brasil. Esta brota rodeada de cultivos de mandioca, banano y guayabos y bajo la sombra de los imponentes lapachos y gatambúes de Paraná. Así, sus hojas crecen más grandes y con muchos más aceites esenciales, que hacen que huela mejor y sepa menos amargo.

Gracias a este sistema, se mantienen más de 140 especies autóctonas, entre ellas, 40 tipos originales de maíz y 30 tipos de verduras comestibles que aportan fibra y estabilizan los suelos, y se convierte en uno de los hábitats favoritos de los polinizadores.
Mediante la integración de cultivos alimentarios, frutos nativos y productos forestales, el cultivo de esta yerba a la sombra fortalece la biodiversidad, la soberanía alimentaria y la identidad cultural de los pueblos originarios. Al mismo tiempo, el trabajo de quienes la cultivan ayuda a conservar la selva de Araucaria, uno de los puntos más amenazados por la crisis climática. Allí, sólo permanece el 1% de los bosques originarios, como consecuencia de la deforestación.

Los sistemas seleccionados fueron designados en el marco de la reunión de este grupo de trabajo liderado por García, celebrada a mediados de mayo. Con los agregados recientes, la red del patrimonio agrícola mundial de la FAO está compuesta actualmente por 95 sistemas de 28 países en todo el planeta, siendo China el de mayor presencia (con 25 de ellos). Con ambos nombramientos anunciados este miércoles, América Latina suma nueve sistemas en la lista.
“Estos sistemas son puntos brillantes que muestran cómo las comunidades pueden recurrir a sistemas de conocimiento y prácticas ancestrales para llevar alimentos a la mesa, proteger los empleos y los medios de subsistencia y mantener territorios agrícolas únicos y sostenibles”, expresó Kaveh Zahedi, director de la oficina de cambio climático, biodiversidad y medio ambiente de la FAO. “Los sistemas del patrimonio agrícola son ejemplos vivos de la armonía entre las personas y la naturaleza que han prosperado y evolucionado a lo largo de las generaciones y tienen mucho para enseñarnos, mientras nos adaptamos a un futuro incierto”.
Aunque para los amantes del mate o chimarrão, es indudable que esta variedad orgánica es mejor que ninguna otra, sus cosechas más lentas elevan un coste que compite con el cultivo al sol y agroquímicos y de cosechas cortas. Estos cultivos también están viéndose afectados por el calentamiento global. Lo mismo sucede con el meteplantle. Para los campesinos, que las Naciones Unidas estén elogiando sus tradiciones es otro gran paso en la lucha por la conservación.
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