“No parece una despedida de soltera”: romper los clichés es posible y así lo hicieron mis amigas
Me sentí aliviada de no ser un incordio con un pene de plástico en la cabeza, haciendo preguntas aleatorias por la calle solo a hombres…


Ha pasado una semana desde mi despedida de soltera y corroboro que sí, que se os va a pasar el tiempo volando, que vais a disfrutar muchísimo y que vais a tener una resaca emocional brutal. Pero también que llegaréis el lunes al trabajo en una nube y con una sonrisa de oreja a oreja. Pletóricas, repletas de amor de amigas, ¡qué lujo! Este artículo es un extracto de ‘De Boda’, el boletín de ‘S Moda’ en primera persona sobre cómo se organiza un enlace. Si quieres recibirlo, puedes apuntarte gratis aquí.
La despedida comenzó como comienzan todas las sorpresas: con un susto. A pesar de que soy demasiado cotilla y quiero saberlo todo, no me lo esperaba. Gracias a todas las que aguantasteis estoicas mis preguntas, y un mensaje para las que me estéis leyendo: dejaos sorprender, en realidad, es genial.
Una de las cosas de las que estoy especialmente orgullosa es que, como nos repitieron varias veces, no parecíamos una despedida. Y, oye, me sentí aliviada de no ser un incordio con un pene de plástico en la cabeza, preguntando cosas random por la calle solo a hombres… Esto tan básico quiere decir que mis amigas me conocen y saben que no hay nada que me guste menos que la tradición heredada de las despedidas de soltero (que no pueden ser más machistas) de ir a una stripper y “poner a prueba” el aguante del novio antes de casarse porque, ya sabéis, chicas, los hombres no se pueden aguantar; es su instinto natural el de tocar cuerpos femeninos (ironía modo on).
“Si juntamos los elementos más extremos y menos sofisticados de la heterosexualidad, el carnaval, el turismo y cierta cultura entre lo militar y lo deportivo, el resultado sería bastante parecido a lo que hoy, en España, conocemos como una despedida de soltero”, escribía el año pasado en este reportaje Anxo F. Couceiro. Una definición con la que estoy muy de acuerdo.
Tanto ha sido el desfase de los últimos años que muchas ciudades, convertidas en auténticos paraísos para despedidas e infiernos para el vecindario, han tenido que prohibir su entrada a bares, e incluso los propios ayuntamientos han aprobado ordenanzas para intentar controlarlas (esto es lo que se hizo en mi tierra, León).

“¡Ah! ¿Estáis de despedida?”, nos preguntó el camarero cuando ya estábamos con los postres. Le extrañó que no hubiéramos dado el espectáculo. Nos contó que en la última despedida él había acabado manteado por un grupo. Y esto es de lo más light que he escuchado, obviamente.
Me gusta haber contribuido a romper ese estereotipo de mujeres de despedida, pero lo que más me gusta es el estereotipo que han roto mis amigas. El novio de una amiga había vaticinado el caos ante un grupo tan heterogéneo de mujeres: “Uf, os va a costar poneros de acuerdo”, me cuentan que dijo. Pues no.
Se organizaron tan bien que después todas decían que no habían hecho nada. “Pero si tú encontraste la casa”. “Y tú te encargaste de la furgoneta”. “Gracias por lavar y planchar las camisetas”… Y así, nos dimos cuenta de que estamos tan acostumbradas a organizar tantas cosas y llevar tanta carga mental, que haber hecho “solo” una parte del trabajo nos parece la nada. Pero eso es lo perfecto: todas poniendo su granito de arena con un objetivo común que, en este caso, era pensar en lo que le gustaría a la novia.

Y vaya si pensaron en mí. Hay dos cosas que me encantan: la comida y las flores. Así que prepararon un paseo por la ciudad en la que nos alojamos, reservaron un menú riquísimo en un restaurante precioso y por la tarde hicimos juntas un taller de flores preservadas. No hace falta hacer grandes viajes o derroches; creo que al final lo importante es estar juntas.
Mi amiga Isa no pudo venir a la despedida. Nos vimos unas semanas antes y me lo confesó: “No voy a poder ir, pero no he podido salir del grupo de WhatsApp porque tienes unas amigas increíbles”. Y no fue la única, hubo otras amigas en situación similar, que no pudieron venir pero que se quedaron en el grupo (¡y siguen en él!). De ese grupo (y de la pluma de Lucía Mos) ha salido el texto que vais a leer ahora, porque ¿quiénes mejor que ellas para contar el proceso? (A fin de cuentas, confieso, yo nunca he organizado una despedida).
Todo empezó con una notificación: habíamos sido añadidas al grupo de WhatsApp 💍 La Campos se nos casa! 👰♀️ [sic], en el que Miri reunió a una veintena de mujeres, todas procedentes de diferentes lugares, entornos y etapas de la vida de Sara. El propósito: organizar entre unas cuantas desconocidas una despedida de soltera para nuestra amiga en común. Casi nada.
Una vez pasado el inevitable tornado de mensajes para encontrar una fecha que nos viniera bien a todas (“yo no puedo”, “yo no sé”, “hasta más adelante no lo sabré”), marcamos por fin en el calendario el Día S. (de Sara, claro) y pusimos una chincheta en el sitio donde nos encontraríamos (recordemos que vivimos en zonas diferentes de España, ¡e incluso fuera!).
Luego pasó lo que ahora sabemos que pasa cuando juntas a tantas mujeres acostumbradas a liderar, pensar, organizar y, sobre todo, tener en consideración las preferencias de otras personas: que las cosas fluyeron con bastante facilidad. “La verdad es que organizar la despedida de Sara fue tan fácil que volvería a hacerlo”, dice Ángela. “Todas queríamos sumar y teníamos claro lo que queríamos: que Sara disfrutara; escuchar sus deseos”.
Esta misión compartida facilitó que el buen rollo también fluyera solo. Hubo mucha logística, mucha encuesta y mucho recordatorio, pero también surgió una camaradería que se convirtió en verdadera complicidad llegado el Día S. A todas nos unía y nos animaba “la tranquilidad de hacer lo que nos apetecía, primando que la novia disfrutara, pasando de clichés”, como cuenta Vero. Marta lo suscribe: “En ningún momento nos sentimos obligadas a cumplir unos patrones de lo que debe ser una despedida de soltera”.
“Quizás somos nosotras, o quizás es que tenemos cada vez más asumido que para que las cosas salgan bien hay que tener en cuenta los gustos y preferencias de la persona a la que va destinada la sorpresa”, reflexiona Tamara. Para Miri lo más importante es que fue “una despedida centrada en la felicidad de la novia. ¡No hay nada más bonito que eso!”. Y Lucía se lleva de recuerdo la buena compañía: “Lo que más me gustó fue ver a Sara feliz y rodeada de amigas que la quieren tanto como yo. ¡Las amigas de mis amigas son mis amigas!”.
De esta despedida de soltera nos llevamos una cámara digital repleta de vídeos tiernos, divertidos, surrealistas y, algunos, tremendamente vergonzosos; la lección de que las cosas pueden ser muy fáciles cuando hay buena voluntad (y mentes femeninas colaborando a pleno rendimiento) y una imagen inolvidable: el grito de Sara cuando le dimos la sorpresa y lo primero que soltó después del susto: “¡pero que yo me iba a León este finde!”.
Este artículo es un extracto de ‘De Boda’, el boletín de ‘S Moda’ en primera persona sobre cómo se organiza un enlace. Solo tienes que apuntarte aquí para recibirlo gratis.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad , así podrás añadir otro . Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.
Sobre la firma
