Piedad Bonnett evoca la soledad, la exclusión y el sufrimiento de los seres humanos en la inauguración de la FILBo
El ministro de Cultura de España cita un poema de la escritora colombiana para hablar de las cicatrices como “las costuras de la memoria”, mientras que el novelista Javier Cercas reivindica la influencia de la literatura latinoamericana en España


Un tono lúgubre impregnó en la noche del viernes la inauguración de la Feria Internacional del Libro de Bogotá (FILBo), uno de los encuentros literarios más grandes del mundo hispano. En su reflexión sobre el tema de este año, Las palabras del cuerpo, la escritora colombiana Piedad Bonnett llamó a la literatura a poner el foco en las múltiples violencias que enfrenta la humanidad: la exclusión de los migrantes, la muerte de niños inocentes en guerras, las nociones de productividad que carcomen la salud mental de los jóvenes. “Son preguntas que debe hacerse la literatura en el siglo XXI”, subrayó la poeta y novelista.
“En un mundo especialmente violento, que instrumentaliza los cuerpos de muchos seres humanos, la literatura se pregunta qué significa que 50 hombres violen a una mujer dopada con el consentimiento de su esposo”, dijo Bonnett en referencia al caso Pelicot en Francia. “O por qué a una mujer trans le rompen los brazos y las piernas, la echan al río, y la graban mientras se ahoga en medio de gritos de auxilio”, agregó para recordar a Sara Millerey, la víctima de un asesinato tránsfobo que conmocionó a Colombia en las últimas semanas.
La literatura, hasta ahora, ha estado a la altura. Bonnett recordó al Frankenstein de Mary Shelley, que en 1818 hizo sentir el sufrimiento de “un ser fragmentado”, discriminado por su imagen diferente, “como tantos en este triste mundo”. También rememoró los alcances del odio que inmortalizó el italiano Primo Levi: “No olvidemos el dolor de los confinados en los campos de concentración, las cárceles, los manicomios”. En la narrativa colombiana, resaltó las crónicas de Patricia Nieto, quien ha retratado la fuerza de los habitantes de Puerto Berrío, en Antioquia, ante la violencia paramilitar: adoptaron los cadáveres alrededor del pueblo, les pusieron nombres y les dieron un entierro digno.
La escritora recordó la pandemia del covid, que produjo cuerpos que no se podían tocar, “marcados por la tristeza del distanciamiento físico” y con muertes en “la trágica soledad”. “Nos devolvió a todos la conciencia de que somos cuerpos vulnerables, perecederos, amenazados por peligros que hemos creado como especie al irrespetar los límites que impone la naturaleza”, apuntó. Contrastó estos momentos con una época en la que, por otro lado, los cuerpos han adquirido un poder simbólico sin precedentes: se busca su belleza a través de cirugías estéticas, se persigue la juventud “a toda costa”, se pone toda la fe en una medicina que prolonga la vida “todo lo que puede”. “Todo se consume como mercancía. Y el cuerpo, al que vemos como maleable, alardea de ello en redes sociales”, dijo.

Sin embargo, hubo lugar para algo de optimismo. La poeta recordó que muchas mujeres han luchado para avanzar en legislaciones que permitan la eutanasia (“una muerte digna”), acaben con la estigmatización del suicidio y apoyen a las madres solteras. Subrayó que el cuerpo humano también es el que siente la sexualidad y el deseo. Aunque esto, según matizó con una cita del argentino Jorge Luis Borges, también pueda ser motivo de angustia: “Me duele una mujer en todo el cuerpo”.
El ministro de Cultura de España, Ernest Urtasun, también hizo referencia a estas angustias en su discurso como representante del país invitado de honor en esta edición. Habló de las historias de violencia que comparten Colombia y el país europeo: una en el conflicto armado, la otra en la guerra civil y el franquismo. Para ello, citó un poema de Bonnet: “No hay cicatriz, por brutal que parezca, / que no encierre belleza. / Una historia puntual se cuenta en ella, / algún dolor. Pero también su fin. / Las cicatrices, pues, son las costuras / de la memoria, / un remate imperfecto que nos sana / dañándonos. La forma / que el tiempo encuentra / de que nunca olvidemos las heridas”.
El legado de los escritores latinoamericanos
El otro gran invitado de la inauguración fue el escritor español Javier Cercas, quien este sábado presentará El loco de Dios en el fin del mundo, un trabajo extenso e inmersivo sobre lo que fue el Vaticano del papa Francisco. En representación de una nutrida comitiva española, el novelista centró su discurso en reivindicar la influencia de los escritores latinoamericanos en su generación. “Yo no soy un escritor español, sino un escritor en español”, dijo el también columnista de El País Semanal. Después, explicó que los autores que leía en su adolescencia eran mayormente latinoamericanos: “Se llamaban Gabriel García Márquez, Juan Rulfo, Julio Cortázar, Mario Vargas Llosa (...). Yo no sé si hubiera sido escritor sin ellos, pero sí sé que hubiera sido uno muy distinto, mucho peor al que soy”.

Cercas reivindicó el español como “una lengua universal”, “el mayor tesoro” que tienen los españoles y los hispanoamericanos. Destacó los lazos culturales entre la península ibérica y América Latina y enfatizó que se han retroalimentado en la literatura. “Miguel de Cervantes inventó la novela moderna con El Quijote. Pero los españoles no lo entendimos (...). Quienes nos devolvieron la novela fueron ustedes, con esos grandes escritores latinoamericanos que volvieron a colocarla en el centro del canon universal”, dijo. “Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa, Jorge Luis Borges nos devolvieron el legado perdido de Cervantes”, agregó.
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