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Cinco horas al aire con Milei y sus ataques a sus adversarios: “Lloren mandriles inmundos”

El presidente ultra se muestra eufórico después del salvataje del FMI y del levantamiento parcial de los controles en el mercado de cambios de Argentina

Javier Milei en entrevista con Alejandro Fantino, el 14 de abril
Javier Lorca

Son días exultantes para Javier Milei, días de euforia y revanchismo incontinentes. El presidente celebra desde el viernes pasado el rescate del FMI para Argentina y la derogación parcial de las restricciones al mercado de cambios, el final del cepo. Lo hace a su modo, sin ahorrar insultos y menosprecio para sus detractores. “Lloren mandriles inmundos”, fueron algunas de las palabras que eligió este miércoles para exhibir que la revista Time lo ha seleccionado como una de las 100 personas más influyentes del mundo. Antes, llevó su exaltación a los estudios de una radio web y le dedicó casi cinco horas de su agenda presidencial al diálogo amistoso con un periodista, mientras desgranaba arrebatos de furor contra economistas y comunicadores críticos de su gestión.

Esta no es una semana más para Milei. Su Gobierno venía de atravesar una etapa complicada, marcada por la inestabilidad financiera, la debilidad política en el Congreso y el estridente silencio del presidente. Un nuevo crédito del Fondo Monetario Internacional —por 20.000 millones de dólares— y el respaldo explícito del Gobierno de Donald Trump le permitieron al mandatario ultra recuperar la iniciativa y levantar, parcialmente, el cepo cambiario. Su entusiasmo se potenció desde el lunes, cuando el flamante esquema de flotación del dólar entre topes, con las reservas del Banco Central ya fortalecidas, mantuvo bajo control a la divisa que desvela a los argentinos.

“Otro día de duelo para la basura del periodismo pautero que trata todo el tiempo de ensuciarme y despreciar mis logros porque les duele la falta de pauta”, se enardeció Milei cuando se supo reconocido por Time por segundo año consecutivo. El festejo se expresó en una sucesión de mensajes en sus redes sociales, junto a los que republicó la misma noticia difundida por distintos medios nacionales. “Lloren mandriles ensobrados”; “mucho dolor en Mandrilandia”; “¿qué dirán los imbéciles que ponen a las formas por sobre el contenido?”, insistió en serie. Su ametralladora de posteos se regodeó en el recurso de considerar “mandriles” a sus enemigos, una comparación que combina alusiones a la violencia sexual con animalización del oponente.

La retahíla del presidente comenzó el lunes por la noche. El día uno después del cepo, Milei concedió una entrevista a una radio local por la mañana, durante más de una hora. Por la tarde, en Casa Rosada, recibió al secretario del Tesoro de EE UU, Scott Bessent, quien manifestó el apoyo de Trump a su aliado sudamericano. Por la noche, Milei se acercó a los estudios de la radio de streaming Neura y dialogó sin pausa unos 280 minutos con Alejandro Fantino, un periodista cercano al mandatario que lo llamó, amistosa y alternativamente, “Javi” y “boludo”.

Lo primero que hizo allí Milei fue tararear una canción repetida por sus militantes, adaptación de una melodía de la banda Creedence Clearwater Revival. “Mandril, decime qué se siente, que el cepo llegó a su final”, cantó, risueño. Después se refirió al “día histórico” que significó el final de las restricciones cambiarias —en rigor, derogadas solo para los individuos, no para las empresas—, se explayó sobre cómo tomó la decisión y aseguró que para mediados del próximo año ya no habrá inflación en Argentina. Cuando el periodista comentó que, ante la fluctuación del dólar y la devaluación del peso, los comerciantes podrían subir los precios, Milei postuló que el vendedor “aprenderá del principio de imputación de [Carl] Menger a la fuerza”. ¿De qué se trata eso? “Se va a meter los productos en el orto [culo]. Es una muy buena explicación”, dijo. “Los precios”, sostuvo, “son los que determinan los costos y no los costos los que determinan los precios”.

Milei se mostró muy molesto por las críticas que recibió su último viaje a Estados Unidos, hace dos semanas, cuando fracasó en su intento de reunirse con Trump en Florida. Consideró “imbéciles” a quienes lo cuestionaron y se burló: “La foto, la foto [...] ¿Te pensás que necesito una foto con Trump?”. Como ejemplo de su cercanía con el Gobierno de EE UU puso a la visita de Bessent. “El tipo más buscando en el planeta sale de su país ¿para ver a quién? A Toto [el ministro de Economía, Luis Caputo] y a mí [...] Vayan a buscarla al ángulo, mandriles inmundos”.

El discurso de Milei fue combinando elogios a sus planes y funcionarios con ataques tanto al anterior Gobierno como a periodistas y economistas que han criticado sus medidas. Su interlocutor le sugirió que no prestara atención a las críticas, pero el presidente se ofuscó y defendió su manera de reaccionar: “Error. Toda esa gente y periodistas ensobrados, operadores, basuras, le envenenan la vida a la gente con mentiras, calumnias, injurias, tratando de que esto se caiga”.

Javier Milei en Buenos Aires, en marzo de 2024.

El presidente se refirió también a su futuro y se ilusionó con una posible reelección para “seguir con las reformas promercado”. Y agregó: “Pero termina 2031 y yo desaparezco. No me van a ver más el pelo. Me voy solo, al medio del campo, con mis perros”. La única condición de ese lugar de hipotético retiro sería, dijo, que cuente con veterinarios. “Para que puedan atender a mis hijitos”. La devoción de Milei por sus perros —en realidad, por uno ya fallecido al que clonó— es conocida. El asunto reapareció en la entrevista cuando habló de sus días en la residencia presidencial, donde dijo que se viste con “unos mamelucos” (mono, overol) de la petrolera YPF. “Todos los días me levanto y me pongo los mamelucos”, detalló. “A mis hijitos los puedo ir a visitar a determinadas horas [...] Entonces voy y puedo jugar, revolcarme con ellos, hacer todo tipo de salvajadas, y para eso el mameluco está buenísimo”.

Cuando el diálogo había insumido ya más de tres horas, el periodista le preguntó a Milei si no tenía que retirarse. “¿No tenés nada que hacer?”. El presidente se quedó. “Me divierto”, respondió. “Mañana tengo una reunión, pero no importa, paso de largo”.

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Sobre la firma

Javier Lorca
Es periodista de EL PAÍS en la redacción en Buenos Aires.
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