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Cómo sobrevivir cuando eres un desastre en la cocina

Si carbonizas más que guisas y cuando juntas más de dos ingredientes hay muchas probabilidades de que lo hagas mal, tal vez estos trucos de una torpe culinaria te ayuden a no morir de inanición.

Se intuye el desastre

Como no nos conocemos, me van a permitir una confesión a quemarropa: soy un desastre en la cocina. Sé que está mal visto decirlo en este momento histórico en el que la comida cuqui domina las redes, pero entre mis habilidades no está ser buena cocinera. Ya lo he dicho.

Creo que me di cuenta de este detalle cuando, recién desembarcada en Italia para cursar la Erasmus, agarré una olla, la llené de agua fría, añadí un chorrito de aceite y eché un puñado de macarrones antes de ponerla al fuego. Mientras miraba obsesivamente el líquido -que no se dignó a hervir pese a mis miradas inquisitivas-, entró una compañera de la residencia, y casi le da un jamacuco cuando vio el crimen que se estaba perpetrando contra la gastronomía de su país. Ahí recibí mi primera lección de cocina: el agua debe hervir antes de echar la pasta y de ninguna manera había que echar aceite en el líquido. Para que luego digan que cuando te mandan al extranjero no aprendes nada.

En otra ocasión, cocinando el primer potaje de mi vida, me vine arriba pensando que entraba en la edad adulta culinaria; porque todo el mundo sabe que cocinar un plato de cuchara es lo que te cualifica como mayor de edad en la cocina. Después de poner en remojo los garbanzos el tiempo habitual y de cubrirlos con agua, los metí en la olla exprés, salivando con antelación. Cerré la olla y al poco tiempo empecé a oler unas tostadas muy ricas. El problema es que no tengo tostadora y lo que se estaba abrasando eran esos garbanzos que tan primorosamente había puesto sobre el fuego. Otro día les cuento cómo los desincrusté, porque tiene miga la cosa.

Ahora que tengo 37 años y me conozco mejor, sé que mis problemas con la cocina son una combinación de varias cosas: se me da mal, nunca me acuerdo de comprar los ingredientes -y luego improviso con sustituciones creativas para deleite de personas de bien como la Defensora del Cocinero- y además soy muy despistada, lo que hace que me salte pasos de la receta de manera involuntaria o que se me olvide que tengo algo en el fuego. Vaya, que soy toda una joyita y en MasterChef no habría llegado ni al casting.

¿Por qué salen mal las recetas?

No crean que lo del desastre cocinero es cosa mía solamente: me viene de familia. Es mítica la vez que mi padre vio sobre el fuego un arroz con su canela por encima y, pensando que era arroz con leche, metió la cuchara con decisión... para descubrir que lo que parecía canela era en realidad una costra bien grande de arroz quemado por un despiste de mi tía un par de horas antes. Aquella olla tuvo que ser sometida a una ‘arrocectomía’ que no acabó muy bien.

"Patricia Tablado al comandante Tom"

Después de hacer un examen de mi -ponzoñosa- conciencia, he caído en la cuenta de que, como en las tragedias griegas, me es muy difícil escapar a mi destino de fastidiar recetas. Para averiguar cómo volver a ganarme el favor de los dioses culinarios y mejorar los platos que comemos en casa, le he preguntado al oráculo que más sabe sobre fails en la cocina de esta santa casa: la Defensora del Cocinero, Marta Miranda.

Marta me dice que “uno de los errores más recurrentes y que más tomas de Sosegon me provocan, es hacer cambios y sustituciones en la receta sin sentido alguno. Desde luego que las recetas se pueden –y deben– modificar, pero esos cambios hay que hacerlos con un mínimo de conocimiento y sentido común”. Como ejemplo pone una consulta en la cual, al hacer esta crema de remolacha y manzana, se eliminaba el hinojo, se le añadía un patata y un quesito en porciones y se sustituía el yogur griego por yogur natural. “En este caso, el cambio de yogur griego por natural tiene sentido –es un producto similar–, pero añadir patata, eliminar el hinojo y sacarse de la manga un quesito es garantía de un resultado nefasto”, remata nuestra Defensora, poniendo los ojos en blanco.

Nadie nace enseñado

En mi periplo en busca de sabiduría culinaria, me he encontrado con el hashtag #NadieNaceEnseñado que usa Susana Pérez de Webos Fritos. Con esa etiqueta, Susana comparte en Instagram trucos y consejos para lerders de la cocina como yo. Cuando acudo a ella en busca de ayuda, me hace estas recomendaciones que me prometen, si no llegar al Olimpo, por lo menos defender mi comida con dignidad:

Susana asegura que cuando les pierdes el miedo a los fogones, empiezas a venirte arriba, una cosa te va pidiendo otra y "poco a poco disfrutas no solo del proceso de la cocina, si no de la compra e incluso del aprovechamiento de las sobras, algo seguramente impensable para los que empiezan a cocinar". Que Paul Bocusse la oiga.

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